miércoles, 23 de agosto de 2017

Meditación: Mateo 20, 1-16


Santa Rosa de Lima, virgen

¿Vas a tenerme rencor porque yo soy bueno? (Mateo 20, 15)

Jesús hablaba en parábolas para explicar las verdades del Reino de Dios. En la parábola de los viñadores, Jesús enseñaba sobre la compasión de su Padre. El Reino de los cielos era semejante a una viña cuyo propietario salió de madrugada a contratar jornaleros para que abandonaran el ocio de la plaza y fueran a trabajar por una paga justa.

Pero al final del día surgió el problema, cuando el patrón decidió pagarles a todos el mismo jornal, sin importar cuántas horas hubieran trabajado. Los que empezaron en la mañana consideraron que esto era una gran injusticia y protestaron: “Éstos, que llegaron al final, trabajaron solamente una hora, y usted les ha pagado igual que a nosotros, que hemos aguantado el trabajo y el calor de todo el día” (Mateo 20, 12).

Pero en realidad no objetaban el salario mismo, ya que recibieron lo que se les había prometido; su molestia era porque el dueño se mostraba generoso con los que trabajaron menos.

Los judíos que oían a Jesús pudieron identificarse fácilmente con esta protesta, ya que siendo el pueblo al que Dios había confiado la ley, eran ellos los que habían acudido al llamado de Dios “muy de mañana”. Más tarde, en la época de la Iglesia primitiva, surgió una controversia similar por la admisión de cristianos no judíos. La indignación que se produjo cuando los conversos gentiles recibieron la misma condición que los hijos de Abraham fue grande.

Hay quienes todavía dudan de la “imparcialidad” de Dios con todos. Como el hermano mayor del hijo pródigo, se sienten marginados cuando otro que ha llevado una vida disoluta se ha entregado ya mayor al Señor y ha recibido todo su amor y misericordia. Dios nos pide examinarnos el corazón y arrepentirnos del fariseísmo que supone tal actitud.

Si reconocemos nuestra propia necesidad podremos tener compasión con nuestros hermanos y hermanas. El Padre anhela que todos se salven, no importa lo tarde en su vida que hayan venido al Señor. Por eso, confiando en la misericordia de Dios, podemos tener la esperanza de que hasta nuestros familiares más descarriados lleguen un día a salvarse.
“Señor y Salvador mío, enséñame a contentarme con la idea de que siendo fiel puedo salvarme, y ayúdame, Señor, a contentarme cuando otro que ha sido más pecador también se entrega a ti.”
Jueces 9, 6-15
Salmo 21(20), 2-7

fuente. Devocionario católico la palabra con nosotros

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