“Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre.” (Mt 13,43)
Por el pensamiento, vemos a nuestro Señor Jesucristo sentado sobre un trono de gloria. Cerca de él se hallan serafines, querubines y las órdenes angélicales que le sirven con temor y temblor. Los que hayan terminado el combate sin dejarse atraer por las amenidades del siglo, ni seducir por las vanidades del mundo, escucharán la voz bendita del Maestro. “Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre” (Mt 13,43) al llegar del levante y del poniente, del norte y del mar y tomar lugar con Abraham, Isaac y Jacob (cf. Mt 8,11). Tendrán una alegría inefable cuando nuestro Rey y Señor distribuya sus dones según sus méritos. ¡Oh mis hermanos e hijos! ¡Qué grande y bella la gloria que gozarán los tres veces bienaventurados y los santos que hayan practicado la renuncia! Si. Cada uno recibirá los bienes prometidos según el rango que querrá Dios. (…)
Desde ahora entonces ¡corran (cf. Gal 5,7) y que el diablo no los sujete (cf. Gal 3,1) ni los trabe! (…) ¡Que descienda sobre ustedes misericordia, paz, caridad, ausencia de envidia o celos u ostentación, que reciban docilidad, lenguaje benévolo, solidaridad, compasión unos por otros, humildad. Vivan así, condúzcanse así. Recen de todo corazón por mi humilde persona para que no sea enviado al fuego eterno y que podamos todos escapar de él, después de haber sido juzgados dignos del reino de los cielos. En Cristo, nuestro Dios, a quien conviene toda gloria, honor, adoración y magnificencia con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
San Teodoro el Estudita (759-826)
monje en Constantinopla
Catequesis 42 (Les Grandes Catéchèses, Spiritualité orientale n° 79, Bellefontaine, 2002), trad. sc©evangelizo.org
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