Evangelio según San Mateo 13,36-43
Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: "Explícanos la parábola de la cizaña en el campo".
El les respondió: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre;
el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno,
y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles.
Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo.
El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal,
y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes.
Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!"
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos amigos:
También hoy podemos hablar del tiempo y de la impaciencia. Hay veces en que esta nos lleva a reclamar resultados inmediatos (o casi) y deslumbrantes. Y cuando los procesos requieren tiempo nos puede invadir el cansancio y renunciamos. Visitando hace años en Murano, cerca de Venecia, un taller donde se soplaba el vidrio, pudimos ver el proceso de fabricación artesanal de una vasija. El guía dijo que se necesitaban doce años para alcanzar la maestría necesaria para dominar el oficio. Es de suponer que habrá grados en el adiestramiento en esta técnica, pero hace falta tiempo, mucho tiempo, mucho ensayo y error, hasta convertirse en un soplador cualificado.
Estamos de acuerdo con la sentencia que dice: «Atajar al principio el mal procura, / que si llega a echar raíz tarde se cura». La dilación en corregir defectos propios, que se vuelven hábitos inveterados, no es en absoluto aconsejable. Ya decía, a otro propósito, Lope de Vega: «Siempre mañana y nunca mañanamos». De ahí que en este terreno sean buenas las prisas, la presteza, pero también la paciencia, pues esas malas hierbas son tenaces y no se extirpan en menos que canta un gallo.
Los revolucionarios están reñidos con el tiempo, pero no porque dejen para el día siguiente los cambios que se pueden llevar a cabo hoy; es más bien porque quieren alcanzar hoy los logros que solo se pueden conseguir mañana y porque se les hacen insufribles los ritmos y modos del artesano del vidrio en su aprendizaje y en su práctica. Ávidos de instaurar la sociedad nueva, el orden nuevo, la ciudad nueva y de alumbrar el hombre nuevo, recurren a la violencia y el terror para eliminar cuanto perciben como rémora para el cumplimiento de su delirio. El resultado es la desolación general, que se lleva por delante trigo y cizaña. Dios tiene otros tiempos y otros métodos.
Una coletilla: la Iglesia no puede ser aquí y ahora una Iglesia de los puros, de los impecables (que corren el riesgo de volverse implacables). Es una Iglesia de pecadores en que cada uno está llamado a llevar la carga del otro.
Nuestro amigo
Pablo Largo
No hay comentarios:
Publicar un comentario