¡Asamblea de Dios, alégrate!
Hijos bien amados, alégrense sin cesar en el Señor (cf. Flp 4,4). ¡Alégrense, les ruego, ciudadanos del cielo exilados en la tierra! ¡Habitantes de la Jerusalén de lo Alto (cf. Gal 4,26), alejados de los asuntos de acá! ¡Herederos del Reino de los Cielos, mas sin la herencia de los placeres terrestres! ¡Alégrense viajeros plenos de ardor de pasar a través del exilio y los malos tratos en tierra extranjera, en nombre del mandamiento de Dios! ¡Alégrense, ustedes los últimos según el mundo, pero señores de los bienes que superan nuestro intelecto (cf. Flp 4,7)!
¡Alégrense, noble compañía reunida por Dios, asamblea unida y de alma y corazón animada por el amor filial y el amor fraterno, réplica sobre tierra de la tropa de los ángeles! (…) ¡Alégrense trabajadores de Dios, (…) hombres apostólicos! (…) Alégrense, ustedes que ponen su alegría los unos en los otros, cada uno haciendo propia la buena reputación de su hermano, ustedes en los que no se encuentra celosía, ni rivalidad ni envidia sino paz, caridad y vida común. No digo que no somos atacados, ya que es coronado el que lucha y combate, el que intercambia rasgos y heridas con los asaltantes. Digo que no nos dejamos abatir por las maquinaciones de Satán.
Si, hijos míos reunidos por Dios, nútranse con el alimento del Espíritu y beban el agua dada por el Señor. El que posee esta agua no tendrá sed nunca más, ella será para él manantial que brota en vida eterna (cf. Jn 4,14). (…) Todavía un poco de tiempo y venceremos. Felices seremos, felices serán llamados los lugares, padres y patrias que los han portado (cf. 11,27-28).
San Teodoro el Estudita (759-826)
monje en Constantinopla
Catequesis 47 (Les Grandes Catéchèses, Spiritualité Orientale n° 79, Bellefontaine, 2002), trad. sc©evangelizo.org.
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