“Síganme y yo los haré pescadores de hombres” (Mt 4,19)
No persuadí hoy a mi oyente, quizás será mañana o en tres o cuatro días o dentro de un tiempo. El pescador que ha lanzado inútilmente sus redes durante un día entero, a veces pesca al atardecer, en el momento de partir. El labrador no deja de cultivar su tierra, aunque la cosecha no haya sido buena durante muchos años. Al final, un solo año puede reparar abundantemente las pérdidas anteriores. Dios no nos pide triunfar sino trabajar y nuestro trabajo será recompensado aunque no nos hayan escuchado.
Hay más. ¿El diablo deja de tentar a los fieles aunque prevea que muchos serán salvados? Miren con qué cuidados, infernal perseverancia, detestable solicitud, persigue al alma hasta su último suspiro. Hasta ahí, no desespera. ¿Piensan acaso que su obispo no hará para salvar su alma al menos lo que el diablo hace para someterla? Cristo sabía que Judas no se convertiría y sin embargo hasta el fin quizo intentar su conversión, reprochándole su falta en términos conmovedores: “Amigo, cumple tu cometido” (Mt 26,50). Si Cristo, modelo de pastores, trabajó hasta el fin para la conversión de un hombre desesperado, ¡cuánto debemos trabajar por aquellos en quienes se puede esperar!
San Juan Crisóstomo (c. 345-407)
presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía sobre la Cananea (La prière, Cahiers de La Pierre qui Vire, Desclée de Brouwer, 1954), trad. sc©evangelizo.org
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