El recipiente purificado de nuestro corazón
Si quieren llegar a la ciencia verdadera de las Escrituras, apresúrense a adquirir una inquebrantable humildad de corazón. Ella no los conducirá a la ciencia que envanece sino a la que ilumina, con la consumación de la caridad. Es imposible que el alma que no es pura obtenga el don de la ciencia espiritual. (…)
El que no tiene el alma pura, no puede adquirir la ciencia espiritual, aunque sea asiduo a la lectura. No se confía un perfume de cualidad, ni una miel excelente, ni un licor precioso, a un recipiente fétido y corrompido. El recipiente penetrado de olor desagradable, contaminará fácilmente el perfume. No recibirá ningún olor agradable y suave, ya que lo que es puro se corrompe más rápido que lo que se purifica lo corrompido. Así ocurre en el recipiente de nuestro corazón. Si no es enteramente purificado de la contaminación fétida de los vicios, no podrá recibir el perfume de bendición del que habla el profeta: “Es como el óleo perfumado sobre la cabeza, que desciende por la barba -la barba de Aarón-, hasta el borde de sus vestiduras” (Sal 133,2). Tampoco guardará sin mancha la ciencia espiritual o las palabras de la Escritura: “¡Qué dulce es tu palabra para mi boca, es más dulce que la miel!” (Sal 119,103).
“¿Qué tienen en común la justicia con la iniquidad, o la luz con las tinieblas? ¿Qué entendimiento puede haber entre Cristo y Belial? (2 Cor 6,14-15).
San Juan Casiano (c. 360-435)
fundador de la Abadía de Marsella
La ciencia espiritual, Conferencias VIII-XVII (SC 54, Conférences VIII-XVII, Cerf, 1958), trad. sc©evangelizo.org
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