«Ellos dicen y no hacen»
El Señor nos advierte que las palabras halagadoras y el aspecto amable deben juzgarse por los frutos que producen. Debemos entonces apreciar a alguien, no por como se presenta en palabras, pero tal y como realmente es en sus actos. Pues a menudo bajo apariencias de ovejas se disimula una rabia de lobo (Mt 7:15). Y así como los espinos no producen uvas, ni los abrojos higos..., nos dice Jesús, no es en esas bellas palabras que consiste la realidad de las buenas obras; todos los hombres deben ser juzgados según sus frutos (v.16-18)
No, un servicio que se limitaría a pronunciar bellas palabras no es suficiente para obtener el Reino de los cielos; no es aquel que diga: «Señor, Señor» quien será el heredero (v.21). ¿A qué rimaría una santidad que se limitaría solamente a la invocación de un nombre, si el camino del Reino de los cielos se encuentra en la obediencia de la Voluntad de Dios?
Debemos poner de nuestra parte, si queremos alcanzar la felicidad eterna. Debemos dar algo de nuestros fondos propios: desear el bien, evitar el mal y obedecer de todo corazón los preceptos divinos. Seremos reconocidos por Dios como suyos por una actitud como esta. Conformemos pues nuestros actos a su voluntad en vez de glorificarnos de su poder. Porque despreciará y rechazará aquellos que se alejaran ellos mismos de él por la injusticia de sus actos.
San Hilario (c. 315-367)
obispo de Poitiers y doctor de la Iglesia
Comentario del Evangelio según san Mateo, 6:4-5
No hay comentarios:
Publicar un comentario