miércoles, 29 de noviembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 21,12-19.


Evangelio según San Lucas 21,12-19.
Jesús dijo a sus discípulos:

«Los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre,

y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí.

Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa,

porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir.

Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán.

Serán odiados por todos a causa de mi Nombre.

Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza.

Gracias a la constancia salvarán sus vidas.»


RESONAR DE LA PALABRA

Lo escrito en dos muros

Hoy día, cuando se dice que algo está escrito en la pared, significamos que algo desagradable se aproxima. Siguiendo con los titulares de los medios de estos días, las predicciones nos pueden parecer pésimas; no pueden ser peores. Al rey del pasaje de Daniel de las lecturas de hoy, las palabras escritas en el muro le debieron parecer aterrorizantes. “Contado, pesado, dividido”… Se refiere, en ese contexto, a la suerte del reino. Los días están contados, el rey no da el peso apropiado, y el reino está dividido. Pero, ¿qué tal si es nuestro propio muro, nuestra propia pared, nuestro propio reino interior donde encontramos un escrito sombrío? ¿Qué cosas en nuestra vida pueden estar contadas, pesadas o divididas? En estos tiempos nos enfrentamos, sin duda, y somos muy conscientes de ello, a un futuro muy incierto, a la precariedad de nuestra vida y a la fragilidad de las relaciones. Nos enfrentamos quizá, también internamente, a un sentido de ineptitud, a nuestro fallo en dar la medida, a nuestras divisiones internas. ¿Qué temblores sentimos ante eso? ¿En qué momentos pensamos que “no damos la talla”? Puede llegar un momento en la vida en que no importe mucho… O podemos psicoanalizarlo, o espiritualizarlo: ese temor es falta de autoestima, o falta de humildad… hay que superarlo. Y todo eso es verdad. No es sano hacer depender nuestra valía de lo que piensen los demás. Pero también es cierto que, mientras haya amor, habrá temor de decepcionar a quienes queremos, o a quienes han puesto en nosotros su confianza. Esa manera de mirar “lo escrito en el muro” puede no ser tan insana, y menos aún lo será el temor a no responder a Dios, a no dar el peso ni la medida después de tanto recibido. Eso no sería un temor pusilánime ni enfermizo, sino más bien la reverencia y la gratitud debidas al ser amado.

Pero el Evangelio de hoy nos habla de un temor distinto, del que también hay señales por todas partes: a la persecución, al juicio, al acoso. Pero también nos da la receta: perseverancia, firmeza. No os preocupéis de lo que vais a decir: yo os daré palabras y sabiduría. Es una escritura en el muro que, sin perder el sentido realista y agudo, resulta mucho más reconfortante. “Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá.” Así, ¿sin más? “Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. La perseverancia no es fácil. Requiere una decisión diaria que va mucho más allá del sentimiento, la inclinación o el gusto. Pero no es una perseverancia sin apoyos. El apoyo está en la palabra que se nos da. Y esa palabra es un nuevo muro firme, donde no se mide, se pesa y se encuentran deficiencias, sino donde se suplen todas ellas con la sabiduría que se nos regala. Un muro donde se escribe no se escribe contado, pesado, dividido, sino más bien: reconocido, perseverante, unificado. Ni un solo cabello perecerá.

Carmen Fernández Aguinaco

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

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