lunes, 26 de agosto de 2024

Pureza de corazón - R. Cantalamessa


"Debemos empezar con sanear la raíz que es el «corazón», porque de allí sale todo lo que contamina realmente la vida de una persona (cf. Mt 15,18s). Decía Jesús: «¡Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios!» (Mt 5,8). Ellos verán realmente, es decir, tendrán ojos nuevos para ver el mundo y a Dios, ojos límpidos que saben vislumbrar lo que es bello y lo que es feo, lo que es verdad y lo que es mentira, lo que es vida y lo que es muerte. Ojos, en definitiva, como los de Jesús. Con qué libertad Jesús podía hablar de todo: de los niños, de la mujer, de la gestación, del parto... Ojos como los de María. La pureza ya no consiste, entonces, en decir «no» a las criaturas, sino en decirles «sí»; sí en cuanto criaturas de Dios que eran, y siguen siendo, «muy buenas».

Nosotros no nos hacemos ilusiones. Para poder decir este «sí», hay que pasar a través de la cruz, porque después del pecado, nuestra mirada sobre las criaturas se enturbió; se desencadenó en nosotros la concupiscencia; la sexualidad ya no es pacífica, se ha convertido en una fuerza ambigua y amenazadora, que nos arrastra contra la ley de Dios, a pesar de nuestra propia voluntad. En la primera meditación de esta Cuaresma hemos insistido en un aspecto particularmente actual y necesario de la mortificación: la de los ojos. Un sano ayuno de las imágenes es hoy más importante que el ayuno de los alimentos y las bebidas.

«Si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis» (Rom 8,13). Es una exhortación y una promesa que se nos hacen. Recojámoslas para poder celebrar también nosotros la Pascua «con ázimos de sinceridad y de verdad», revestidos con el arma de la luz que es la pureza.

Extracto predicación de F. R Cantalamessa

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