domingo, 14 de julio de 2013
Caín, dónde está tu hermano?
La primera visita del Papa Francisco a Italia ha sido, inesperadamente, a su punto más meridional, la pequeña isla de Lampedusa, frente a las costas de Túnez y Libia, para reunirse con «los últimos», los inmigrantes africanos que llegaron en barcos miserables abarrotados de gente exhausta. Esa misma mañana, pocas horas antes, habían desembarcado 166. Al reunirse con el primer grupo que le esperaba en el muelle, el Papa tuvo un recuerdo para «los que no están», decenas de millares de personas, en su mayoría jóvenes, que murieron en el intento de llegar a Europa. Eran africanos y refugiados de Oriente Medio que huían de la guerra, los abusos o la miseria. Muchos de ellos, explotados por los traficantes de seres humanos.
La carta de un inmigrante africano
Uno de los inmigrantes africanos –al Papa no le gusta la expresión «clandestinos»- le entregó una carta en nombre de los demás refugiados y detenidos. El Santo Padre le pidió que la leyera, mientras otro inmigrante iba traduciendo cada párrafo. Al final, una petición: «Italia tiene ya muchos refugiados. Pedimos a otros países europeos que nos acojan».
El recorrido desde el muelle hasta el campo de futbol en un viejo todo terreno descubierto – los vecinos de Lampedusa están orgullosos de una «visita sin costes»-fue otro momento de emoción. Había mucha gente en el camino y muchas pancartas en las casas, igual que en los barcos que le habían acompañado y hasta en los depósitos de combustible.
"...no basta con rezar y quedarse quieto. Su intención, dijo, es «despertar nuestras conciencias para que lo sucedido no se repita». Y lo hizo saludando en primer lugar a los inmigrantes musulmanes, que empiezan el ayuno del Ramadán, y dando las gracias «a los voluntarios y las fuerzas de seguridad, que habéis demostrado tanta atención a estas personas que viajan hacia un destino mejor».
El Santo Padre dirigió a los presentes y a toda Europa la pregunta de Dios en el Génesis: «Caín, ¿Dónde está tu hermano?», pues se ha llegado a «toda una cadena de errores que es una cadena de muerte que derrama la sangre del hermano». El Papa insistió en que «no es una pregunta dirigida a otros, sino a mí, a ti, a cada uno de nosotros. Estos hermanos nuestros que intentaban escapar de situaciones difíciles han encontrado la muerte».
Para colmo, nadie se hace responsable. El Santo Padre citó «Fuente Ovejuna» de Lope de Vega para plantear «¿Quién mato al Gobernador?, Fuente Ovejuna, señor». Se hacen responsables todos y, por lo tanto, ninguno.
«Hemos olvidado la experiencia de llorar»
Del mismo modo, «nadie se siente responsable» de la tragedia de las pateras pues, según el Papa, «la cultura del bienestar nos hace insensibles, nos hace vivir en pompas de jabón, que lleva a la indiferencia respecto a los demás. Que lleva a la globalización de la indiferencia. ¡Hemos caído en la globalización de la indiferencia!».
Francisco planteó una pregunta directa: «¿Quién de nosotros ha llorado por la muerte de estos hermanos y hermanas? ¿Por las jóvenes madres que llevaban a sus hijos?». En efecto, «somos una sociedad que ha olvidado la experiencia de llorar», que se vuelve indiferente ante la muerte. Por eso invitó a rezar «para que el Señor limpie los restos de Herodes que hay en nuestro corazón». Y a pedir perdón por «quienes se encierran en su propio bienestar, que lleva a la anestesia del corazón. Y por quienes, con sus decisiones a nivel mundial han creado las situaciones que llevan a estos dramas».
El Papa celebró misa en un altar instalado sobre un bote de remos, el «Junior», que recuerda a la vez a los pescadores y los inmigrantes. Llegó a la plataforma con una cruz procesional de madera hecha con restos de barcos de inmigrantes, y utilizó un cáliz del mismo material, con revestimiento de plata por dentro, hecho por un artesano de Lampedusa.
El atril estaba construido por dos palas de timón verticales y una rueda de timón. Los toldos para protegerse del sol eran restos de velas. Todo recordaba el trabajo modesto de los vecinos y la tragedia de los africanos, que el Papa trajo a primer plano con una fuerza extraordinaria. Al final, en una plegaria ante la Virgen del Carmen, patrona de los marineros, pidió que «no haya más esclavitud», y la conversión «de quienes generan guerras» y «quienes trafican con el sufrimiento». La visita fue intensa y breve. Poco antes de la una, el Papa emprendía el vuelo de regreso a Roma.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario