Dejarlo todo para seguirle
Pasados 40 años, Clara, según la comparación empleada por san Pablo (1Co 9,24) ha corrido la carrera en el estadio de la suma pobreza. Clara, cercana ya a la meta de su vocación celestial y de la recompensa prometida al vencedor... la divina providencia se apresura en llevar a cabo aquello que le tenía destinado: Cristo se dispone a introducir en su palacio real a la «pobre» por excelencia al final de su peregrinaje. En cuanto a ella, deseaba con todas sus fuerzas...... contemplar, reinando en su gloria, al Cristo que había imitado en la tierra en su pobreza.
Todas sus hijas estaban reunidas alrededor de la cama de la madre..... Clara dirigiéndose a sí misma, dice a su alma:« Ve segura, porque llevas buena escolta para el viaje. Ve, porque aquel que te creó, también te santificó; y, guardándote siempre, como una madre a su hijo, te ha amado con amor tierno. Tú, Señor -prosigue-, seas bendito porque me creaste» Preguntándole una de las hermanas que a quién hablaba, Clara respondió: «Hablo a mi alma bendita». No estaba ya lejano su glorioso tránsito, pues, dirigiéndose luego a una de sus hijas, le dice: « ¿Ves tú, ¡oh hija!, al Rey de la gloria a quien estoy viendo?»...
Bendito sea este éxodo del valle de la miseria que para ella fue la entrada en la vida bienaventurada. Ahora, a cambio de sus austerísimos ayunos, se alegra en la mesa de los ciudadanos del cielo; y desde ahora, a cambio de la vileza de las cenizas, es bienaventurada en el reino celeste, condecorada con la estola de la eterna gloria.
Tomás de Celano (c. 1190-c. 1260), biógrafo de San Francisco y de Santa Clara
Biografía de San Francisco y Santa Clara, §25-28
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