“Muchos que ahora son los primeros, serán los últimos.” (Marcos 10, 31)
Aquí nos viene bien tener un poco de contexto. Jesús acababa de decir que era más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de los cielos. Al escuchar esta declaración tan drástica, Pedro empezó a preocuparse y pensaba: ¿Si para los ricos, que por lo general son los más exitosos, los más inteligentes y los que más trabajan, es difícil entrar en la vida eterna, ¿qué nos queda para los que son, como yo, nada más que un pescador pobre?
Jesús escucha la frustración de Pedro y le ayuda a tranquilizarse. Son precisamente los “últimos” y quienes no encuentran soluciones para sus problemas, los que tienen la mejor esperanza de entrar en el Reino de Dios. ¿Por qué? Porque los postergados y los indefensos son los que están mejor dispuestos a creer y rendirse a Cristo. Por contraste, los que tienen medios, los que encuentran sus principales satisfacciones en el mundo y en sus logros personales, no sienten necesidad de Jesús. Estos se apartan y se pierden la bendición de la fe en Cristo.
Esta lectura nos muestra que Jesús conoce lo que pensamos y sentimos; conoce nuestras intenciones, aun si lo que hacemos no siempre corresponda a nuestras convicciones. El Señor conoce los pequeños sacrificios que hacemos por amor a él. Cada vez que usted se abstiene de pronunciar palabras ásperas o airadas, él lo sabe; cada vez que usted rechaza una tentación, él se alegra; cada vez que usted se desvía del camino para ayudar a otro, el Señor sonríe y le da bendiciones.
Así pues, ¡ánimo! Aun si usted piensa que está en la categoría de los “últimos”, porque nadie le hace caso, no es reconocido, no hace nada extraordinario o nadie le agradece por lo que hace, el Señor lo tiene a usted en el primer lugar. Además, Jesús le ama y está de parte suya, y lo único que quiere es que usted llegue a su Reino. Los actos de fe grandes o pequeños que nadie reconoce son los que llegan al corazón del Señor; las pequeñas decisiones de permanecer junto a él son los que le conmueven. Confíe en él y verá maravillosos resultados. Pero tenga siempre presente que en cualquier circunstancia hay que tener un corazón agradecido por las muchas bendiciones que nos da el Señor.
“Amado Jesús, gracias por la bendición de amarte y servirte. Ayúdame a tener la seguridad de que tienes un lugar preparado para mí en tu Reino.”
1 Pedro 1, 10-16
Salmo 98(97), 1-4
Salmo 98(97), 1-4
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros.
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