“Sobre esta base, al concluir el Concilio, los Padres dirigieron un saludo y una llamada a los artistas: El mundo en que vivimos tiene necesidad de la belleza para no caer en la desesperanza. La belleza, como la verdad, pone alegría en el corazón de los hombres; es el fruto precioso que resiste a la usura del tiempo, que une a las generaciones y las hace comunicarse en la admiración” (San Juan Pablo II). Sonríe al saludar, en los encuentros, al hablar, al trabajar. La sonrisa embellece la vida compartida. Ofrece lo de hoy por los artistas.
Con Jesús durante el día.
“Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús y le decían: Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios” (Mt 14,33). Ante las dificultades no mires el tamaño de las olas, pon tu mirada en el Señor que lleva el timón de tu vida. ¿Dejas que Jesús te ayude a transitar los problemas o te desesperas y te encierras en ti mismo? Mientras se desarrolla tu día, repite en tu interior: “¡Señor, sálvame!”.
Con Jesús por la noche.
Repasa el día. Respira hondo y cierra los ojos. Repasa lo vivido desde el despertar. ¿Qué acontecimientos marcaron tu día? ¿Con quiénes te has encontrado? ¿Qué quieres agradecer a Dios? ¿Con qué sentimientos cierras el día? Apunta una frase, una palabra, que te ayude a cerrar el día y pide por las intenciones y necesidades de las personas que encontraste hoy.
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