En el cielo habrá más alegría por un pecador que se arrepiente. (Lucas 15, 7)
Sucedía que “se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo” y esto sorprendía a fariseos y escribas, que murmuraban: “Éste recibe a los pecadores y come con ellos.” Les parecía que el Señor no debería compartir su tiempo y amistad con personas de vida censurable, porque no concebían que aquellos que estaban “perdidos” y lejos de Dios podrían convertirse.
Las personas pueden estar perdidas en muchos sentidos. Los alcohólicos o drogadictos, los incrédulos, los que son incapaces de mantener una relación matrimonial permanente de amor y servicio, puede decirse que en cierta forma también están perdidos. Y es muy difícil encontrarlos, aunque por lo general no están lejos de nosotros; están perdidos en nuestro medio y a veces hasta en la propia familia.
Al parecer, nadie puede tenderles la mano, porque no se sabe quiénes son ni dónde están. En estos casos, la tarea no es tanto encontrarlos, sino ayudarles a encontrarse ellos mismos.
Y, estas personas están perdidas tanto moral como espiritualmente; parecen un barco a la deriva o sin timón. Algunas de estas personas se han perdido por su propia culpa; pero otros se han perdido por no tener a nadie que los guíe, nadie que se interese por ellos.
Jesús mostró su preocupación por las “ovejas perdidas” (los cobradores de impuestos y otros pecadores) que habían sido abandonados por los pastores profesionales. Estos pastores se escandalizaron al ver lo que Jesús hacía, pero el Señor les contestó diciendo que hacía simplemente lo que haría cualquier pastor digno del nombre.
Un pastor no espera a que vuelvan las ovejas perdidas; sale a buscarlas, y eso es lo que hace Cristo. Él es el Hijo que el Padre envió para salvarnos. Jesús no esperó a que los pecadores vinieran a buscarle; él salía a buscarlos donde fuera que estuvieran. Y cuando los encontraba, los llevaba de regreso a la casa del Padre con alegría.
“Señor Jesús, concédeme fe, fortaleza, amor y prudencia para salir a buscar a mis familiares o amigos que se han desviado del camino.”
Éxodo 32, 7-11. 13-14
Salmo 51 (50), 3-4. 12-13. 17. 19
1 Timoteo 1, 12-17
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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