“El que viene de lo alto está por encima de todos” (Jn 3,31)
¿Cómo convencer al incrédulo, o al hombre de poca fe, que la hormiga puede tener alas, un gusano puede ponerse a volar y muchas otras cosas paradoxales se realizan en la creación? Entonces, desprendiéndose de la enfermedad de la incredulidad o la desesperación, también podrá devenir alado y cómo un árbol se cubrirá de las flores del santo conocimiento. Está escrito: “Yo, el Señor, hago reverdecer al árbol seco y revivir a los huesos resecos” (cf. Ez 17,24; 37,1-14). (…)
El alma que se reprueba ella misma porque son muchas sus tentaciones y el enjambre de sus pecados, dice “Se ha desvanecido nuestra esperanza. ¡Estamos perdidos!” (cf. Ez 37,11). Dios, que no desespera por nuestra salvación, responde: “Vivirán. Así sabrán que yo soy el Señor” (cf. Ez 37,6). Al alma que se pregunta cómo podrá dar a luz a Cristo por sus grandes virtudes, le dice: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti” (Lc 1,35). Dónde se encuentra el Espíritu Santo, no busques el orden y la ley de la naturaleza y del hábito. En efecto, el Espíritu Santo que adoramos es todopoderoso y somete lo que no podías llevar, para que te maravilles. Significa también que la inteligencia, antes vencida, tiene ahora la victoria.
Porque, en su misericordia, el Consolador viene de lo alto por encima de todos y de todas las cosas (Jn 3,31). Está más allá de cualquier movimiento natural.
Juan de Cárpatos (VII s.)
monje y obispo.
Filocalia, “Capítulos de exhortación” 46, 81, (Philocalie des Pères neptiques, Paris, DDB-Lattès, 1995), trad. sc©evangelizo.org
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