“Quédate con nosotros”
Atención, hermanos; ¿dónde quiso el Señor que lo reconocieran? En la fracción del pan. No nos queda duda: partimos el pan y reconocemos al Señor. Pensando en nosotros, que no le íbamos a ver en la carne, pero que íbamos a comer su carne, no quiso que lo reconocieran más que allí. La fracción del pan es causa de consuelo para todo fiel, quienquiera que seas; quienquiera que seas tú que llevas el nombre cristiano, si no lo llevas en vano; tú que entras en el templo pero con un porqué; tú que escuchas la palabra de Dios con temor y esperanza. La ausencia del Señor no es ausencia. Ten fe y está contigo aquel a quien no ves.
Cuando el Señor hablaba con ellos, aquellos discípulos no tenían ni fe, puesto que no creían que hubiese resucitado, ni tenían esperanza de que pudiera hacerlo. Habían perdido la fe y la esperanza. Estando ellos muertos, caminaban con el vivo; los muertos caminaban con la vida misma. La vida caminaba con ellos, pero en sus corazones aún no residía la vida.
También tú, pues, si quieres poseer la vida, haz lo que hicieron ellos para reconocer igualmente al Señor. Le dieron hospitalidad. El Señor tenía el aspecto de uno que iba lejos, pero lo retuvieron. Cuando llegaron al lugar al que se dirigían, le dijeron: Quédate aquí con nosotros, pues el día ya declina. Dale hospitalidad, si quieres reconocerlo como salvador. La hospitalidad les devolvió aquello de lo que les había privado la incredulidad. Así, pues, el Señor se hizo presente a sí mismo en la fracción del pan. Aprended dónde buscar al Señor, dónde tenerlo, dónde reconocerlo: cuando lo coméis.
San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Sermón 235; PL 38, 1117
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