Jesucristo resucitado saluda a los discípulos nuevamente con el deseo de la paz, porque no es un fantasma, es totalmente real, pero a veces el temor los sobrecoge. Por el temor, representado por la piedra que cerró el frío sepulcro de Jesús, se encerraron también los discípulos; es decir, el temor los ahoga, están ¡muertos de miedo!... rumiando su desgracia, pues había muerto su Maestro. La esperanza les había abandonado, se les iba la vida. Pero: “La paz esté con ustedes” son las palabras que abren los cerrojos del corazón; la esperanza se restablece y resucita.
Les dijo Jesús: ¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? (Lucas 24, 37). Tantas veces nos da miedo “el mundo” y nos “protegemos de él”. Por ejemplo, preferimos repetir fórmulas y oraciones “religiosas” antes que anunciar la fuerza viva del Evangelio, porque nos “compromete”. Miedo a denunciar lo que envilece al hombre, miedo a luchar contra lo que lo disminuye, miedos disfrazados de “prudencia”, olvidando que Cristo tiene un solo rostro… ¡El del prójimo! ¡Paz! Una sola palabra ha sido suficiente para que todo recomience.
En ocasiones es la falta de fe y de vida interior lo que va cambiando las cosas: El miedo pasa a ser la realidad y Cristo se desdibuja de nuestra vida. En cambio, la presencia de Cristo en la vida del creyente aleja las dudas, ilumina nuestra existencia, especialmente en los rincones que ninguna explicación humana puede esclarecer.
La fe no puede brotar en el temor; se desarrolla en la paz de un corazón que, sin necesidad de pruebas y demostraciones, se siente amado y capaz de amar. La fe es como la vida: muere cuando vive angustiada; se envenena cuando ya no se atreve a soñar. ¿Eres tú capaz de “soñar” con un mundo nuevo, diferente, sin temores, lleno de esperanza? ¿Crees que Cristo, resucitado hace 2000 años, sigue presente y actuando en cada uno de nosotros, procurando la paz, formando una comunidad de amor en medio del mundo, a través de nosotros? ¿Cuáles son las dudas y temores que te impiden ser un hombre nuevo o mujer nueva, libre, resucitado, lleno de Dios? ¿Crees de verdad que él está en tu prójimo? Si crees todo esto, el Señor te mirará con amor y te sonreirá para que siempre confíes en su ayuda y su protección.
“Sí, Señor y Salvador mío, creo que ahora vives para siempre y que también estás en mi prójimo.”Hechos 3, 11-26
Salmo 8, 2. 5-9
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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