Triunfó de la muerte
A la aurora del tercer día de sagrado reposo en el sepulcro (…) el poder y Sabiduría de Dios, Cristo, habiendo abatido al autor de la muerte, triunfó sobre la muerte. Nos abrió el acceso a la eternidad y resucitó de entre los muertos por su poder divino para indicarnos el camino de la vida.
De pronto se produjo un gran temblor de tierra: el Ángel del Señor bajó del cielo (cf. Mt 28,2), vestido de blanco, rápido como el rayo. Se mostró manso con los buenos y severo con los malos. Asustó a los crueles soldados y dio confianza a las temerosas mujeres, a quienes el Señor resucitado apareció primero, ya que lo merecían por su vivo sentimiento de afecto. Después se apareció a Pedro (cf.1 Cor 15,5) y a otros discípulos en ruta hacia Emaús (cf. Lc 24,13), luego a los apóstoles sin Tomás (cf. Jn 20,19). Cuando ofreció a Tomás de tocarlo, él respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” (Jn 20,28). Durante cuarenta días se apareció de diversas formas a los discípulos (cf. Hech 1,3), comiendo y bebiendo con ellos.
Iluminó nuestra fe con pruebas, eleva nuestra esperanza con promesas, inflama con dones celestes nuestro amor.
San Buenaventura (1221-1274)
franciscano, doctor de la Iglesia
El árbol de la vida, (L’Arbre de vie, Franciscaines, 1996), trad. sc©evangelizo.org
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