El hombre de la hora undécima
Uno de los bandidos crucificados con Jesús, gritaba: «¡Acuérdate de mí, Señor! Es hacia ti que ahora me giro... No te enumero mis obras pues ellas me hacen temblar. Todo hombre esta bien disponible hacia su compañero de camino, heme ahora aquí, que soy tu compañero de camino hacia la muerte. Acuérdate de mi, tu compañero de viaje, pero no ahora, sino cuando llegues a tu Reino» (Lc 23,42).
¿Cuál es el poder que te ha iluminado, oh buen ladrón? ¿Quién te ha enseñado a adorar a aquel que es despreciado y crucificado contigo? ¡Oh luz eterna que iluminas a los que están en las tinieblas! (Lc 1,79).¡Anímate!... En verdad, yo te lo digo, hoy estarás conmigo en el paraíso, porque «hoy tú has escuchado mi voz y no has endurecido tu corazón» (Sl 94,8). Porque Adán ha desobedecido, pronto ha sido expulsado del jardín del paraíso... Tú, que hoy obedeces a la fe, hoy serás salvado. Para Adán, el árbol ha sido ocasión de caída; para ti, el árbol te hará entrar en el paraíso...
¡Oh gracia inmensa e inexpresable: Abraham, el fiel por excelencia, no había entrado todavía, y el ladrón, entra. Pablo se conmueve por ello, y dice: «Allí donde abundó el pecado, la gracia ha sido sobreabundante!» (Rm 5,20). Los que se habían esforzado todo el día aún no habían entrado en el Reino, y él, el hombre de la hora undécima, es admitido sin hacerle esperar. Que nadie murmure contra el amo: «Yo no hago daño a nadie; ¿es que no tengo el poder de hacer con lo mío lo que quiero?» El ladrón quiere ser justo..., yo me alegro de su fe... Yo, el pastor, he encontrado a la oveja perdida, la tomo sobre mis hombros (Lc 15,5) porque ella me ha dicho: «Me he equivocado, pero acuérdate de mi, Señor, cuando entres en tu Reino».
San Cirilo de Jerusalén (313-350)
obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia
Catequesis bautismal 13
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