«Es mi Padre quien es da el verdadero pan del cielo»
Para los hebreos, separaste en dos el mar a la vista de todos (Ex 14);
y para mí, tinieblas espesas.
En aquel tiempo te tragaste al Faraón;
y ahora, al Príncipe de este mundo, autor de la muerte (Jn 12,31; 8,44).
Para ellos, fuiste nube protectora durante el día
y de noche, columna de fuego (Ex 13,21).
Para mí mi luz, es el conocimiento de tu Hijo, el Verbo,
y mi protección, es el Espíritu Santo.
En aquel tiempo, diste el maná perecedero,
y los que lo comieron murieron;
ahora, es tu cuerpo celeste
que da vida a los que lo comen.
Ellos, bebieron el agua que brotaba del peñasco (Ex 17),
y yo he bebido la sangre de tu costado, tú mi Roca (Jn 16,34; Sal. 18,3). Ellos, vieron suspendida la serpiente de bronce (Núm. 21,9),
y yo, te he visto sobre la cruz, tú que eres la vida.
A ellos, les diste la Ley de Moisés,
escrita sobre tablas de piedra;
y a mí, la sabiduría de tu Espíritu,
tu Evangelio divino.
Por eso me será exigido,
en relación al bien, mucho más que lo que se les exigirá a ellos...
Ya que tú llegaste a ser su Expiador,
Oh Señor mío, lleno de piedad, Hijo único del Padre...
No me impidas como a la mayoría de ellos
entrar en tu Tierra prometida,
sino que con los que entraron (Dt 1,36; 31,3),
introdúceme en tu patria celeste.
San Nersès Snorhali (1102-1173)
patriarca armenio
Jesús, Hijo único del Padre § 150-161; SC 203
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