“Yo soy el pan de vida”
Habéis pedido pasar tres meses a solas con Jesús (en retiro); eso os parece bien. Pero si durante ese tiempo el hambre de Jesús en el interior de los corazones de algunos de los miembros de su pueblo, es un hambre mayor que la vuestra, no deberéis quedaros a solas con Jesús todo ese tiempo. Deberéis permitir a Jesús que os transforme en ese pan que alimente a aquellos con los que estáis en contacto. Permitid ser un alimento devorado por la gente; mediante la palabra y vuestra presencia estáis proclamando a Jesús... Sólo Dios podría ofrecer un amor más grande que aquel de darse a sí mismo como Pan de vida – para ser partido y comido con el fin mismo de que vosotros y yo podamos comer y vivir, que podamos comer y satisfacer de este modo nuestro anhelo de amor.
Y así y todo Él no parecía satisfecho, porque Él también tenía hambre de amor. Se hizo el hambriento, el sediento, el desnudo, el forastero y no dejó de proclamar: “Tuve hambre, anduve sin ropas, fui forastero. A mí me lo hicisteis” (Mateo 25,40). El Pan de vida y el hambriento, pero un único amor: solo Jesús.
Santa Teresa de Calcuta (1910-1997)
fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad
Carta a un sacerdote, 17/02/1978
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