No sólo la ceguera es un mal que incapacita para percibir, existen otras disposiciones que revisten gravedad. El astigmatismo, un problema de la curvatura de la córnea, impide el enfoque claro de los objetos de cerca y de lejos. Todo lo distorsiona.
El astigmatismo espiritual –la tibieza espiritual- provoca el mismo daño.
Nos incapacita para percibir en su real dimensión nuestra vida espiritual, fraterna y caritativa en lo más cercano y en lo más lejano.
Miedos, inseguridades, pueden potenciar esta realidad, pero siempre será la tibieza espiritual, la mediocridad de nuestro seguimiento y unión a Cristo la causa de los males más grandes.
El papa Francisco nos dirá: personas cegadas por el pecado, -porque el pecado ciega-, nos convierten a los hombres en “murciélagos humanos que sólo saben moverse en la noche”.
¡Danos Tu Luz y tu Gracia, Divino Espíritu Santo!
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