“Amarás de todo tu corazón”
No sabemos suficientemente lo que Dios quiere de nuestro corazón. No hemos aprendido bastante de Jesús en el Evangelio. Dios no rechaza el corazón que ha creado, Dios quiere y puede convertir nuestro corazón, Dios quiere que lo amemos con todo nuestro corazón, la caridad desborda y sobrepasa nuestro corazón pero es en nuestro corazón que ella “se hace carne” en nosotros. Jesús no vino para arrancar nuestro corazón malvado y hacer de nosotros hombres sin corazón, sino para darnos un corazón capaz de devenir semejante al suyo. El Evangelio de una punta a la otra nos enseña, nos muestra, nos propone, la conversión del corazón.
Para vivir hay que amar. El Sagrado Corazón, el corazón de Cristo, nos muestra cómo somos cuando hemos resucitado del pecado y vivimos de la vida eterna. Ese corazón que tenemos que copiar, reproducir, prolongar en la vida, no es sólo un corazón de un justo. Para asemejarnos, no basta poner de nuevo nuestro corazón en la buena vía, verificarlo, rectificarlo, hacer un examen de conciencia y ejercicios de perfección.
Para ser un corazón del hombre nuevo, es necesario que ese corazón sea un corazón de hijo de Dios, que acepta ser invadido, dinamizado, poseído por el amor de Dios, del Dios que es Amor. Ese corazón nuevo, ese corazón injertado en la vida nueva, debe aceptar filialmente, libremente, que el amor de Dios devenga en él pasión por el hombre. Pasión por entregar a Dios, por el mundo, sin cesar y toda entera, la vida que nos entrega Dios.
Venerable Madeleine Delbrêl (1904-1964)
laica, misionera en la ciudad.
Enraizamiento evangélico (Communautés selon l’Évangile, Seuil, 1973), trad. sc©evangelizo.org
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