martes, 21 de marzo de 2023

COMPRENDINDO LA PALABRA

“¿Quieres curarte?” (Jn 5,6)

Demostraríamos fácilmente que el hombre tiene sin cesar necesidad del auxilio divino. Por sí sola y sin ayuda de Dios, la fragilidad humana no puede lograr nada de lo relativo a la salvación. (…) Muchas veces deseamos ejecutar un designio útil, nada falta al ardor de nuestro deseo ni a una perfecta buena voluntad. Pero si el Señor en su misericordia no nos da la fuerza de cumplirlas, una debilidad que llega al imprevisto puede rendir inútiles los deseos formados e impedir la buena realización de nuestras resoluciones. ¡Es enorme la multitud de los que desean lealmente consagrarse a seguir la virtud, pero son pocos los que llegan a realizar ese sueño y perseverara en sus esfuerzos! (…)

La protección divina nos sigue inseparablemente. La ternura de Dios por su creatura es tan grande, que su Providencia no estaría satisfecha de acompañarnos sino que nos precede siempre. El salmista, que había hecho la experiencia, lo testimonia abiertamente: “Él vendrá a mi encuentro con su gracia” (Sal 59(58),11). Si percibe en nosotros un comienzo de buena voluntad, enseguida derrama sobre nosotros su fuerza y luz, nos impulsa hacia la salvación, dando crecimiento a la semilla sembrada por él o que surge de tierra por nuestros esfuerzos. Así lo proclama el profeta: “Antes que llamen yo les responderé, estarán hablando y ya los habré escuchado” (Is 65,24); “Él se apiadará de ti al oír tu clamor, apenas te escuche, te responderá” (Is 30,19). No sólo nos inspira santos deseos, también nos prepara las ocasiones para retornar a la vida, así como las situaciones favorables para llevar buenos frutos y, claramente, muestra a los perdidos el camino recto hacia la salvación.



San Juan Casiano (c. 360-435)
fundador de la Abadía de Marsella
De la protección de Dios, Conferencias (SC 54, Conférences VIII-XVII, Cerf, 1958), trad.sc©evangelizo.org

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