«Muchos vendrán de Oriente y Occidente y se sentarán... en el Reino de los cielos»
En el Evangelio he visto al Señor hacer muchos milagros y, asegurado por ellos, consolido mi voz temerosa. He visto al centurión echarse a los pies del Señor; he visto a las naciones mandar a Cristo sus primeros frutos. Todavía la cruz no ha sido levantada y ya los paganos se apresuran a ir hacia el maestro. Todavía no se ha oído: «Id, enseñad a todas las naciones» (Mt 28,19) y ya las naciones acuden apresuradamente. Empiezan su camino antes de sentir la llamada, arden en deseo del Señor. A penas se ha dejado oír la predicación y ya se apresuran hacia el que predica. Todavía es enseñado Pedro... y ya se reúnen entorno de aquel que les enseña, todavía no ha resplandecido, bajo el estandarte de Cristo, la luz de Pablo y ya las naciones vienen a adorar al rey con incienso (Mt 2,11).
Y he aquí que ahora un centurión le ruega diciéndole: «Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho». Y ya tenemos un nuevo milagro: el criado cuyos miembros están paralizados, conduce a su amo al Señor; la enfermedad del esclavo da la salud a su propietario. Buscando la salud de su criado, es conquistado por Cristo.
Basilio de Seleucia (¿-c. 468)
obispo
Homilía 19 sobre el centurión, PG 85, 235s
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