Una advertencia dada por amor
“También yo hablaría como ustedes, si ustedes estuvieran en mi lugar. Los ensordecería con palabras y les haría gestos de conmiseración. Los reconfortaría con mi boca y mis labios no dejarían de moverse. Pero si hablo, no se alivia mi dolor; si me callo, tampoco se aparta de mí” (Jb 16,4-6). Algunas veces ante los espíritus deshonestos que no puede enderezar la predicación de los hombres, es necesario desear con toda bondad, la intervención de Dios. Con el celo de un gran amor, no se pide un castigo por el perdido, sino una advertencia, no una maldición sino una oración.
Observemos que Job no dice “que yo estuviera en su lugar” sino “si ustedes estuvieran en mi lugar”. Lo que quería era la elevación aquellos a los que había deseado una suerte semejante a la suya. Consolamos a los espíritus deshonestos en medio de las flagelaciones, cuando les hacemos ver que los golpes del exterior afirman su salvación. Asentimos con la cabeza cuando se mueve su espíritu, que es lo que dirige nuestro ser hacia la compasión. Lo fortificamos en medio de las flagelaciones cuando clamamos la violencia de su dolor por la suavidad de nuestras palabras.
Encontramos hombres que por estar cerrados a la vida interior, se encuentran abatidos por los golpes del exterior hasta la desesperación. Por eso el salmista dice “No resistieron en las penas”, ya que sólo resiste las penas exteriores aquel que pide siempre su alegría y esperanza interior.
San Gregorio Magno (c. 540-604)
papa y doctor de la Iglesia
Libro XIII ( SC 212, Morales sur Job, Cerf, 1974)
No hay comentarios:
Publicar un comentario