martes, 11 de julio de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 9,32-38


Evangelio según San Mateo 9,32-38
En cuanto se fueron los ciegos, le presentaron a un mudo que estaba endemoniado.

El demonio fue expulsado y el mudo comenzó a hablar. La multitud, admirada, comentaba: "Jamás se vio nada igual en Israel".

Pero los fariseos decían: "El expulsa a los demonios por obra del Príncipe de los demonios".

Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias.

Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor.

Entonces dijo a sus discípulos: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos.

Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha."


 

RESONAR DE LA PALABRA

De vez en cuando oigo decir que no hay que dar ayudas a los pobres, a los desempleados, a los que se mueven en los márgenes de la vida porque la consecuencia es que se acostumbran a vivir de lo que se les da y no hacen ningún esfuerzo para salir de su situación. Esa forma de pensar suele estar acompañada de otra que dice que, cuando uno se esfuerza de verdad, siempre se consigue el resultado deseado. Desde esta forma de pensar, muy extendida hoy, no hay que tener compasión de las personas que lo están pasando mal. Esa compasión sería negativa. No les incentivaría a esforzarse para salir de su situación de pobreza o de dolor o de fracaso…

Sin embargo, en el evangelio de hoy se dice expresamente que Jesús se “compadecía” de ver a la gente “extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor”. Jesús, nuestro modelo, el que nos revela a Dios, la forma de ser de Dios, siente compasión ante los que sufren. De esa manera, nos dice, nos revela, que la principal y primera virtud del cristiano es la compasión. Dice el Diccionario de la Real Academia Española que la compasión es el “sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien”. Hay que subrayar los tres sustantivos que identifican ese sentimiento: pena, ternura e identificación.

El mismo Diccionario citado entiende que tener pena es tener un “sentimiento grande de tristeza”. Es decir, entristecerse, dolerse. En este caso la tristeza viene de ver, descubrir, el mal del otro. La ternura, en el mismo Diccionario, es el “sentimiento de cariño entrañable”. Aquí nos acercamos a las entrañas, allá de donde salen los sentimientos mejores y peores de las personas. El cariño que sale de ahí es grande, imparable, cambia la forma de ver a la persona a la que se dirige. Se vuelve amor incondicional, sin límite ni medida. Y la identificación es, en el mismo Diccionario, la “acción y efecto de identificar o identificarse”, la capacidad de hacerse uno con el otro, de sentir lo que él siente. Todo eso es tener compasión. Todo eso el significada de esta virtud que caracterizó a Jesús y que debería caracterizarnos a nosotros, los que queremos ser sus discípulos.

Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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