Jesús entró nuevamente en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo curaba en sábado, con el fin de acusarlo. Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: "Ven y colócate aquí delante". Y les dijo: "¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?". Pero ellos callaron. Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: "Extiende tu mano". El la extendió y su mano quedó curada. Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con él.
RESONAR DE LA PALABRA
Conrado Bueno, cmf
Queridos hermanos:
Jesús no podía más. Dios no quería esta dureza de corazón ante el que sufre. El bien del hombre y el culto a Dios han de ir siempre unidos. Una vez más, resuenan, como un trallazo, estas preguntas, ante los asistentes a la sinagoga: “¿Qué está permitido hacer en sábado, el bien o el mal?”, “¿Salvarle la vida a un hombre, o dejarlo morir?”.
Jesús es un buen cumplidor de la ley. De hecho, es sábado, y lo encontramos en la sinagoga, siguiendo la tradición de la ley judía. Pero, ya van muchas peleas con los fariseos, y muestra a las claras su enfado. La descripción es rigurosa: Jesús toma la iniciativa, mira al paralítico y le insta: “Levántate, y ponte en medio de la asamblea”. A los enemigos les interpela con preguntas radicales, escuetas, elementales. Les echa una mirada de ira, dolido por tanta obstinación. La reacción de estos ya nos la sabemos: se pusieron a planear cómo acabar con él. Y es que, cuando el corazón no está limpio, no podemos ver el bien que los otros hacen.
¿Cuántas veces tendremos que repetir lo mismo? Solo Dios y el hombre; solo las relaciones personales de entre Dios y el hombre y de los hombres entre sí han de contar. Luego, como en todas las cosas humanas, vendrá la norma, la ley que permita el buen desarrollo de esas relaciones. Observancia, sí; fundamentalismo, no. Sería una burla a Dios maltratar a sus hijos y, encima, decir que lo hacemos para honrarle.
Jesús es el que cumple bien la tradición del sábado. Si el sábado era día de liberación, de alegría, ¿qué mejor manera de celebrarlo que saliendo al paso del hombre que sufre , y sanarlo? En definitiva, Jesús liberó al paralítico del fardo, pesado e inútil, volviendo al proyecto inicial de Dios: la humanización del hombre, la vida justa y feliz que Dios quiere para sus hijos. Jesús, con sus enseñanzas y relación con los demás, quiebra cualquier estructura que le impide hacer el bien a los otros. Dicen que esta actitud es una de las más claras características de un cristianismo auténtico.
Sigamos a Jesús, alegrémonos de tanta gente que hace el bien, miremos con tristeza cuando vemos un corazón duro y seamos lo primeros en compadecernos de tanta gente que sufre.
Comentario publicado en Ciudad Redonda
No hay comentarios:
Publicar un comentario