«El Esposo está con ellos»
«Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios» (Is 61,10)... El advenimiento, la presencia del Señor, de la que habla el profeta en este versículo, es el beso que desea la esposa del Cántico de los cánticos, cuando dice: 'Que me bese con beso de su boca'» (Ct 1,1). Y esta esposa fiel es la Iglesia: ella nació en los patriarcas, se desposó en Moisés y en los profetas; con ardiente deseo de su corazón suspiraba por la venida del Amado... Llena del gozo ahora por el beso que ha recibido, exclama gozosa: «¡Desbordo de gozo con el Señor!»
Participando de este gozo, Juan Bautista, el ilustre «amigo del Esposo», el confidente de los secretos del Esposo y de la esposa, el testigo de su amor mutuo, declara: «El que lleva a la esposa es el esposo; en cambio, el amigo del esposo, que asiste y lo oye, se alegra con la voz del esposo. Pues esta alegría mía está colmada» (Jn 3,29). Sin duda alguna, el que fue precursor del Esposo en su nacimiento, también el precursor de su Pasión, cuando el Esposo descendió a los infiernos anunció la Buena Nueva a la Iglesia que se encontraba allí, esperando...
Este versículo, pues, se refiere totalmente a la Iglesia exultante, cuando, en los infiernos, se apresura a ir al encuentro del Esposo: «Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios. ¿Cuál es la causa de mi gozo? ¿Cuál es el motivo de mi exultación? Es porque me ha revestido con traje de gala y me envuelto en un manto de triunfo» (v 11). En Adán fui desnudada, me fue necesario juntar hojas de higuera para esconder mi desnudez; miserablemente cubierta con túnicas de piel, fui echada del paraíso (Gn 3, 7-21). Pero hoy, mi Señor y mi Dios ha sustituido las hojas por el traje de gala. A causa de su Pasión en nuestra carne, me ha puesto un primer vestido, el del bautismo y la remisión de los pecados; y en lugar de la túnica de piel de la mortalidad, me ha envuelto en un segundo vestido, el de la resurrección y de la inmortalidad.
Ruperto de Deutz (c. 1075-1130), monje benedictino
La Trinidad y sus obras, libro 42, sobre Isaías, 2,26
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