Jesús trató de reconfortar a sus discípulos preparándolos para el dolor del Viernes Santo. Sí, tendría que dejarlos; pero no los dejaría solos. Él mismo y su Padre vendrían a vivir en el corazón de todos aquellos que lo amaban. Además, el Espíritu Santo les ayudaría a recordar todo lo que él les había enseñado.
Jesús quería que sus seguidores creyeran en sus promesas: “Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean” (Juan 14, 29). Como siempre, Jesús ponía énfasis en la necesidad de la fe.
Una vez que los discípulos creyeran en sus palabras, podrían tener la seguridad de que se cumplirían todas sus promesas. Una de ellas, de que la Santísima Trinidad haría su morada en los creyentes, constituye el corazón mismo de la vida cristiana. Es el fruto de la crucifixión, la razón misma por la cual Jesús sufrió y murió.
¿Cómo podemos fortalecer nuestra fe para reclamar este premio? Jesús nos pide que lo amemos (Juan 14, 23), pero el amor florece cuando conocemos a alguien íntimamente. El amor es posterior al conocimiento, y el conocimiento que tengamos de Cristo es directamente proporcional al tiempo que pasemos en comunión con él. Más nos enamoraremos de Jesús cuanto más frecuentes sean las ocasiones en que lo encontremos en el Evangelio, lo adoremos en el Santísimo Sacramento y escuchemos su voz en la oración.
¿Cómo sabremos que Cristo está presente en nosotros? Lo sabremos cuando experimentemos una paz nueva incluso en medio de pruebas difíciles; cuando sigamos el ejemplo del buen samaritano y seamos amables y generosos con el prójimo. Al cumplir nuestras tareas diarias, escucharemos la voz dulce y suave del Espíritu Santo, que nos inspirará a hacer la voluntad de Dios en cualquier circunstancia. ¡Jesús no nos ha abandonado ni nunca nos abandonará! Resucitó y ahora vive entre nosotros, y quiere hacer su morada en nuestro corazón.
“Padre santo, te damos gracias por la vida que nos has concedido por la obra de tu Hijo y del Espíritu Santo. Permite que tu presencia en nuestro corazón nos infunda el calor del fuego de tu amor.”Hechos 15, 1-2. 22-29
Salmo 67(66), 2-3. 5-6. 8
Apocalipsis 21, 10-14. 22-23
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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