jueves, 12 de mayo de 2016

Meditación: Juan 17, 20-26

Amado Jesús, tú pediste en oración que tu pueblo fuera uno, así como tú y el Padre son uno. Parece demasiado bueno para ser cierto, porque veo a tantas personas que invocan tu nombre y sin embargo están enemistadas unas con otras. Pero no son sólo los demás, Señor, porque a veces me doy cuenta de que yo mismo guardo resentimientos o me siento superior a quienes profesan otras confesiones religiosas.
Señor, sé que tú deseas que todos tus hijos estén unidos, como lo pediste en tu plegaria en el aposento alto, por lo que debe ser uno de los anhelos más sentidos de tu corazón. Y si pediste por la unidad, eso quiere decir que sí es posible lograrla, aunque no lo vean así mis ojos.
Y lo que quieres para nosotros es mucho más, por ejemplo, que seamos más tolerantes y compasivos; que dejemos de fingir que no tenemos diferencias de opinión con otros; que no nos limitemos a disimular los desacuerdos, sino a darles solución. Tú quieres, Señor, que tengamos una verdadera unidad de propósitos entre todos y que formemos una armoniosa y variada sinfonía de espíritus, que nos mantenga unidos en un solo cuerpo, del cual tú eres la cabeza.
¡Gracias, Señor, porque tú nos has mostrado el camino! Como tú vives en cada uno de nosotros, tú puedes hacer que la “unidad sea perfecta” (Juan 17, 23) en tu Cuerpo. Es tu vida en nosotros la que resuelve la desunión. Por eso, lo que yo y todos tenemos que hacer es mirarte a ti, Señor, acercarnos a ti, unirnos más totalmente a tu santísima Persona. Entonces, mientras me una más a ti, también me uniré a mis hermanos. Puesto que todos te buscamos con sinceridad, nos encontraremos en el mismo camino hacia ti, lo cual forjará una mayor unidad entre todos. ¡Es como un triángulo divino en el que tú, Señor, eres la cima!
Sé que solamente estaremos plenamente unidos cuando estemos contigo en el cielo; pero también sé que esta promesa divina está disponible para nosotros cada vez más cuando buscamos la unidad aquí en la tierra. Por eso, Señor, ayúdanos a derribar las barreras de la división, para que seamos uno para tu gloria.
“Te alabo, Señor y Dios nuestro, porque con tu sacrificio redentor y tu gracia has hecho posible la unidad de tu Pueblo, la Iglesia. ¡Ayúdame a poner de mi parte para que todos seamos uno en ti!”
Hechos 22, 30; 23, 6-11
Salmo 16(15), 1-2. 5. 7-11
Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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