viernes, 13 de mayo de 2016

RESONAR DE LA PALABRA - 13 mayo 2016

Evangelio según San Juan 21,15-19. 
Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer, dijo a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?". El le respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos". Le volvió a decir por segunda vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". Le preguntó por tercera vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?". Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: "Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas. Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras". De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: "Sígueme". 

RESONAR DE LA PALABRA
           Parece que Jesús encuentra un problema en el corazón de Pedro, que, forzando un poco el diccionario, podríamos llamar «el-más-que». Lo ha formulado con una pregunta pedagógica, que intenta poner el agua oxigenada en la «infección».
            Según nos cuentan los evangelistas, Jesús nació en una cueva: fue «menos que» los demás, que había encontrado acomodo en la posada o en algún otro lugar digno. Jesús era "menos que" muchos que sí tenían «dónde reclinar la cabeza». En la dura experiencia de la cruz «muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre». «Menos-que» un hombre.
          Los discípulos, en plena última cena, discutían «quién era el más importante». Jesús les preguntó:  ¿Quién es el más importante, el que se sienta a la mesa o el que la sirve? No es acaso el que se sienta a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre vosotros como el que sirve (Lc 22,27), como el menos importante, el «menos-que». 
           Podemos repasar también aquella parábola del fariseo y el publicano que suben al templo a orar. El fariseo  no era como los demás, era «más-que» el pobre desgraciado publicano que oraba en el último banco. Y su oración no fue escuchada. Por no mencionar que Jesús se rodeó durante su vida de los que «menos» importaban a los ojos de la sociedad y de la religión de entonces: prostitutas, leprosos, publicanos, cojos, ciegos...
             Pedro, en su impulsividad, había dejado salir una desagradable autosuficiencia, al considerarse «más-que» el resto de los discípulos: «Aunque todos te abandonen, yo no. Estoy dispuesto a dar mi vida por ti». O sea: «Yo más valiente y fiel que los demás». Resulta que a la hora de la verdad no estaba tan dispuesto ni fue «más-que» los demás.
             Pero fue en el momento del lavatorio de pies cuando Pedro rechazó abiertamente la opción de Jesús por el «menos-que». Aquel gesto de lavar los pies, propio de esclavos, pretendía corregir la idea de «Maestro y Señor» que tenían los Doce: «Si yo, que soy el Maestro y Señor, os he lavado los pies»... Haced vosotros lo mismo. Poneos a los pies de los demás, servid, aliviad, cuidad... Sabéis que ningún esclavo es más importante (el «más-que» que su amo, y que ningún mensajero es más importante que quien lo envía. Si entendéis estas cosas, hacedlas. (Jn 13, 13-17. 37-38).Pero Pedro tenía sus propias ideas al respecto y parece que no terminó de entenderlo.
          Por eso, Jesús, antes de encomendarle el cuidado de «sus» ovejas, necesita que Pedro se dé cuenta  de cómo ha de hacer esa tarea. Y empieza por preguntar: «¿Me amas más que éstos?». Por tres veces, a la respuesta de Pedro, Jesús responde: «pastorea, apacienta». Lo que necesito de ti no es que seas «más-que»  nadie, sino que aprendas que el Buen Pastor es el que da la vida por sus ovejas. Que tú eres mi amigo si haces lo que yo te mando: que ames a los míos. Que, al igual que yo he guardado a los que me han sido encomendados por el Padre, ahora tú, Pedro (y el resto de apóstoles) tenéis la tarea de guardar y cuidar. Sólo así puede entenderse la misión de Pedro. 
          Pueden sacarse muchas conclusiones de lo que hemos dicho. Pero, por señalar alguna: También nosotros andamos a menudo con los «más-que» en nuestra vida social y religiosa: nos gusta tener más seguidores que... más «me gusta» que... Mejores notas que... Más gente en nuestros grupos o celebraciones que... Tener más votos que..., cargos más valorados que..., recibir más aplausos que... tener más éxito que... y tantas otras. Está bien tener deseos de crecer, de sacar lo mejor de nosotros mismos, de superarnos... Pero siempre en clave deservir más y mejor. Y de acompañar a los «menos-que». Y no pocas veces renunciar directamente al «más-que». Cuestión de discernimiento. Dejarnos, como Pedro, preguntar por Jesús... aunque acabemos soltando algunas lágrimas.
Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
fuente Comentario Publicado por Ciudad Redonda

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