jueves, 20 de octubre de 2016

Meditación: Lucas 12, 49-53


San Pablo de la Cruz

El fuego genera calor y luz, pero también es capaz de quemar y destruir. Jesús vino a traer el mensaje de la verdad, el anuncio del amor y del plan de salvación del Padre; es decir, un mensaje de luz, calor y esperanza para nosotros, pero también un desafío y una purificación.

El Evangelio es la proclamación del amor de Dios, aunque es igualmente un mensaje que exige arrepentimiento y cambio de conducta. Su fuego brinda calor al corazón de quienes lo reciben con fe y quema las asperezas del corazón de cuantos se resisten a escuchar. El desafío del Evangelio permanece inalterable hasta hoy. La llama que Jesús vino a encender continúa ardiendo en el corazón de todos los que amamos a Cristo y estamos unidos en su Cuerpo.

Si Jesús se hubiera limitado a lisonjear a la gente diciéndoles sólo cosas agradables, podría haber sido muy popular; pero decidió decirles la verdad e incomodar a muchos porque era necesario hacerlo. Sus palabras escandalizaron a algunos y enfurecieron a otros. Nosotros también enfrentamos el desafío de presentar y vivir el mensaje del Evangelio en toda su pureza, y el desafío de conocer a Dios, que nos ama, dejando que nos purifique y diluya cualquier dureza que aún llevemos en el corazón.

Este es el fuego del amor que el Espíritu Santo deposita en nuestro interior y que nos lleva a salir a evangelizar. Pero no hay que predicar sermones moralistas; más bien, basta con relatar nuestro testimonio de conversión, lo que Jesucristo ha hecho en nosotros y nuestro camino de purificación, y hacerlo de un modo positivo, entusiasta y sobre todo auténtico, porque la verdad llega a lo profundo del que aún tiene el corazón árido por el pecado y frío por la indiferencia.

El mensaje del Evangelio es un fuego que purifica; es la levadura de la sociedad y el mundo. Pero una brasa encendida hay que atenderla para que siga ardiendo, y nosotros, los seguidores de Jesús, somos los que hemos de mantener vivo el fuego, pero traicionamos el Evangelio si lo reducimos a un mensaje “agradable” e insípido para todos, que no hace diferencia entre fieles y pecadores, entre espirituales y materialistas. Tal evangelio no es levadura en el mundo.
“Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.”
Efesios 3, 14-21
Salmo 33(32), 1-2. 4-5. 11-12. 18-19

 fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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