Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola:"Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas'. En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!'. Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado".
Queridos hermanos:
“En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola”. Esta clara la intención de Lucas, ir contra una mentalidad que se suele dar en los ambientes religiosos, a veces hasta inconscientemente, de creerse buenos. Son los que se sienten seguros de sus certezas de fe, pisan fuerte en sus compromisos eclesiales, van con la cabeza alta, lo que en ocasiones, les lleva a despreciar a los que tienen dudas, no están tan comprometidos, o no cumplen. Son como hay que ser, somos cada uno de nosotros, que llevamos un fariseo dentro.
“Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ¡Oh Dios!, te doy, gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. Jesús censura de manera clara esta postura y su forma de vivir y de pensar. Una persona así sólo está centrada en sí misma, piensa que como él no hay nadie en el mundo, por eso ora “erguido” y da gracias por no ser como los demás.
Pero hay más, juzga a los que no piensan o viven como él: de ladrones, injustos y adúlteros. Se trata de alguien que siempre ve fallos, defectos, contradicciones en los otros: “no soy como ese publicano”. Además cumplo con todos los preceptos religiosos, “ayuno”, “doy el diezmo”. Si Dios es justo, yo que soy un buen ciudadano y un hombre religioso, estoy salvado. No parece que ore ante un Padre, sino ante un Juez, que le exige ser buen ciudadano, respetuoso con la propiedad, integrado en el sistema, defensor del matrimonio y la familia y todo justificado desde la fe.
Pero hay más, juzga a los que no piensan o viven como él: de ladrones, injustos y adúlteros. Se trata de alguien que siempre ve fallos, defectos, contradicciones en los otros: “no soy como ese publicano”. Además cumplo con todos los preceptos religiosos, “ayuno”, “doy el diezmo”. Si Dios es justo, yo que soy un buen ciudadano y un hombre religioso, estoy salvado. No parece que ore ante un Padre, sino ante un Juez, que le exige ser buen ciudadano, respetuoso con la propiedad, integrado en el sistema, defensor del matrimonio y la familia y todo justificado desde la fe.
“El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”. El sabe que no es cuestión de justicia, el no es inocente, no tiene justificación, no puede engañarse, vive una vida que pone en peligro la convivencia. En contra de todas las condiciones para no acercarse al templo, entra y se queda atrás, no se atreve a levantar los ojos al cielo. Es su refugio, sabe que es poco religioso, no muy practicante e incluso “malo”, por eso no exige nada a Dios. Su esperanza es que más allá de los merecimientos, Dios que es amor, tenga compasión y le tienda una mano y una palabra de cariño, le conceda el perdón.
“Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”. La justificación, el saber quién es justo, sólo pertenece a Dios, es un don suyo, no un mérito que se pueda reclamar. El publicano ha entendido, que puede no tener cabida en los bancos de la Iglesia, pero sí la tiene en el corazón de Dios. El Padre acoge, acepta y abraza, a todo el que se ve a sí mismo como despreciable, no porque sea un santo, sino porque se ve como el último de este mundo, a Él le gustan los últimos.
Lo mismo les pasa a los misioneros, en este domingo celebramos el DOMUND con el lema: “Sal de tu tierra” y se nos invita a ser cristianos en salida, “Iglesia en salida” para anunciar la misericordia. Como dice la primera lectura del Eclesiástico: “El Señor es un Dios justo, que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre, escucha las suplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja; sus penas consiguen su favor, y su grito alcanza las nubes; los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansan; no ceja hasta que Dios le atiende, y el juez justo le hace justicia”. Salgamos a buscar, a encontrarnos con los pecadores, publicanos y necesitados, todos estamos llamados a ser misioneros.
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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