Un sábado, Jesús enseñaba en una sinagoga. Había allí una mujer poseída de un espíritu, que la tenía enferma desde hacía dieciocho años. Estaba completamente encorvada y no podía enderezarse de ninguna manera. Jesús, al verla, la llamó y le dijo: "Mujer, estás curada de tu enfermedad", y le impuso las manos. Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la multitud: "Los días de trabajo son seis; vengan durante esos días para hacerse curar, y no el sábado". El Señor le respondió: "¡Hipócritas! Cualquiera de ustedes, aunque sea sábado, ¿no desata del pesebre a su buey o a su asno para llevarlo a beber? Y esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo aprisionada durante dieciocho años, ¿no podía ser librada de sus cadenas el día sábado?". Al oír estas palabras, todos sus adversarios se llenaron de confusión, pero la multitud se alegraba de las maravillas que él hacía.
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos amigos y amigas:
San Pablo es muy directo en su manera de exhortar y dar el mensaje a la comunidad de Éfeso. A las cosas las llama por su nombre y de manera especial cuando se refiere al seguimiento de Cristo. Su invitación es a no andar con apegos, con dependencias y con la doble moral, el doble sentido en las expresiones y en el comportamiento en general. Algo bien claro lo tiene San Pablo cuando advierte del peligro que tiene el ser humano de andar generando vínculos idolátricos, con el dinero y la inmoralidad (indecencia, deshonestidad, perversidad, injusticia, corrupción), esto está fuera de lugar, sin ninguna relación como la tiniebla y luz, por esto dice al final del texto que hoy se nos propone: “Caminen como hijos de la luz”. Ef 5, 8.
En el evangelio encontramos una opción clara de Jesús a favor de las marginadas, las encorvadas, las que no se pueden enderezar, las que no tienen otra oportunidad y otra visión que la de vivir sometidas al poder de los explotadores y de otras explotadoras, de su cuerpo, de sus servicios, de su maternidad, de su sabiduría: Ese es el espíritu del mal comportamiento del ser humano que somete las voluntades de otros. Me refiero a las mujeres que por muchísimas causas se mantienen encorvadas y sometidas.
Jesús no tiene ningún límite para acercarse a la mujer enferma, encorvada y con su Palabra y sus manos, le indica el camino de la libertad, de la alegría de ser mujer sin enfermedades que la aten, que la sometan, y que le impidan ser realmente hija legítima de Dios. Que importante sería que todos y todas hiciéramos lecturas bíblicas, con los ojos de esta mujer, y con los ojos de todas las mujeres que claman libertad total, integral.
Este hecho liberador de la mujer que realiza Jesús, genera controversia y rechazo de quienes aún no pueden ver, ni oír el clamor de los marginados que en todo momento están clamando justicia. Este permanente rechazo a liberar y a acompañar mano a mano, cuerpo a cuerpo, a quienes realmente lo necesitan es común en las personas muy religiosas, muy piadosas, muy pegadas de la norma, de la moral sin corazón. Y Jesús nos invita a todos a tomar opciones claras y transparentes, llenas de espíritu de libertad para amar sin medida, para dar la mano sin reserva.
Las acciones de Jesús y de quienes asumimos su proyecto, generan bochorno y rechazo de quienes creen tener la última palabra de lo que se debe y no se debe hacer, de lo que se puede hacer con este o aquel sujeto. Y actuar como Jesús actuó no tiene límites en el tiempo, en el lugar y en las personas. Nos podemos preguntar si hemos tenido alguna situación similar a la de Jesús.
Hoy celebramos los claretianos la fiesta de nuestro fundador, San Antonio María Claret, quien al respecto de la realidad de su tiempo decía: “…Las sociedades están desfallecidas y hambrientas desde que no reciben el pan cotidiano de la Palabra de Dios…” (Aut. 450) y esto de tomar partido por la causa de los pobres, lo leemos y deseamos ardientemente cumplir, como opción fundamental de nuestro trabajo misionero.
Continuemos unidos en la oración y la acción.
Su amigo,
Julio Corredor Sáenz cmf.
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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