Con Jesús por la mañana.
“Acordémonos que Jesús es siempre el mismo: ayer, hoy y siempre. Vayamos a su corazón herido por la lanza y dejemos caer en él el fardo de nuestras culpas. Tengamos confianza –inquebrantable confianza– en que su amor infinito es más fuerte que todas nuestras miserias, que todos nuestros crímenes” (San Alberto Hurtado). ¿Dónde pones tu confianza? ¿En quién te apoyas? ¿Cultivas confianza con tus hermanos? La confianza que ofreces ayuda a la armonía en tus ambientes. Acércate a quien esté triste y ofrécele un espacio de escucha. Ofrece lo de hoy por la intención del mes.
Con Jesús durante el día.
“Al desembarcar, Jesús vio una gran cantidad de gente, se compadeció de ella y sanó a sus enfermos” (Mt 14,14). La cercanía, el amor y la compasión ayudan a sanar heridas en la vida de tus hermanos. ¿Cómo te acercas a la vida de los demás? ¿Atropellas con exigencias o eres amoroso en el servicio? ¿Sanas o enfermas la vida de quienes tienes cerca? Repite al ritmo de tu respiración: “Jesús, dame tu manera de proceder”.
Con Jesús por la noche.
Escucha tu corazón. Haz silencio interior, toma distancia de las actividades del día. ¿Qué movimientos interiores has experimentado hoy? ¿Paz, alegría, tristeza, enojo, esperanza, amor, confianza? ¿En qué ocasión has sentido con más fuerza la presencia de Dios? ¿Qué ha quedado en tu corazón al final del día? Apunta lo que descubras. Entrega tu descanso y disponte a iniciar una nueva jornada.
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