lunes, 7 de agosto de 2017

Meditación: Mateo 14, 13-21


San Sixto II, papa, y compañeros, mártires

Cuando los discípulos vieron que la gente venía buscando al Señor y que ellos no tenían ningún momento de privacidad con él, seguramente se sintieron frustrados. Jesús los había llevado a un lugar desierto para guardar duelo y reflexionar sobre la triste noticia de la ejecución de Juan el Bautista.

Después de todo, Jesús había perdido no sólo a su primo, sino a un gran profeta y poderoso testigo de su propia identidad y de su misión en el mundo. Pero a pesar de todo, tuvo compasión de la multitud y sanó a los enfermos.

Al caer la noche, los discípulos le aconsejaron que despidiera a la gente que les había interrumpido el momento de descanso; pero el Señor sabía que su trabajo no se limitaba a beneficiar a unos pocos privilegiados, sino a todos los que quisieran creer, y para que sus discípulos así lo entendieran, les mandó hacer algo que realmente era un gran desafío: dar de comer a tanta gente.

Ellos no vieron más allá de lo que físicamente era visible: apenas cinco panes y dos pescados. Pero Jesús tomó lo poco que había y lo transformó en una cena que fue suficiente para toda la multitud, y hasta sobraron 12 canastas de pan.

Cuando le pedimos a Dios que atienda a nuestras necesidades y las de nuestros semejantes, por lo general descubrimos que el Señor nos pide primero que hagamos el mayor esfuerzo posible, aunque nuestras fuerzas y medios sean muy inadecuados.

Luego, el Señor toma lo que hayamos hecho y lo transforma en algo milagroso. El episodio de la multiplicación de los panes y los peces nos alienta a avanzar más en la fe, sabiendo que cuando nos esforzamos, Dios puede multiplicar de un modo maravilloso lo que hayamos puesto en sus manos.

El Señor quiere colmarnos de su amor, tal como lo hizo en esta ocasión. Así pues, si respondemos con generosidad a las mociones del Espíritu Santo, pueden darse las condiciones para que Dios realice grandes cosas por intermedio nuestro, así como sucedió con los primeros discípulos; todo lo que tenemos que hacer es estar dispuestos a compartir nuestro testimonio de fe con quienes deseen escucharlo.
“Dios santo y eterno, que nunca dejas de derramar tu amor divino, ayúdame a imitar tu compasión, con la confianza de que transformarás lo poco que yo tenga en una abundancia más que suficiente.”
Números 11, 4-15
Salmo 81(80), 12-17

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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