lunes, 7 de agosto de 2017

COMPRENDIENDO LA PALABRA 070817

San Romano el Melódico (?-c. 560), compositor de himnos 
Himno 24, « La multiplicación de los panes»
«Comieron todos hasta quedar satisfechos»

      Viendo que atardecía, los apóstoles del Redentor se apresuraron a ir a su encuentro para decirle: «Maestro, es muy tarde y todo el pueblo está hambriento; y estamos en despoblado, tú lo sabes. Despídelos antes que anochezca para que vayan a las aldeas y se compren de comer. Porque esta multitud no son capaces de ayunar como lo hacemos nosotros que nos has dado la fuerza porque tú eres el pan celestial de inmortalidad.

      «Tú, por naturaleza, eres el gran salvador del mundo, y has dado a todos el conocimiento; alimentando al pueblo con palabras de verdad has conducido a los hombres al camino de la salvación dándoles a conocer la justicia. Han alimentado espiritualmente sus almas, pero ahora tienen necesidad de cuidar sus cuerpos... Despídelos porque nosotros estamos inquietos por ellos... Has enseñado a tus discípulos y apóstoles la compasión hacia todos, porque tú eres el pan celestial de inmortalidad...»

      Cristo, al oír estas palabras les replicó: «Os equivocáis no teniendo en cuenta que soy el Creador del mundo, y soy yo quien está pendiente del mundo; conozco muy bien la necesidad de esta multitud, tengo presente que estamos en un despoblado y que está a punto de ponerse el sol porque soy yo quien ha fijado al sol su carrera. Me doy cuenta del agotamiento de la multitud que está ahí, y sé muy bien lo que voy a hacer por ella. Yo mismo aliviaré su hambre, porque yo soy el pan celestial de inmortalidad...

      «Vosotros pensáis: '¿quién alimentará a esta multitud en el desierto?'. Pues bien, sabed claramente, amigos, quien soy yo: yo soy el que alimenté a Israel en el desierto y quien les di el pan del cielo. Yo hice salir, en un lugar árido, agua de la roca, y además de todo esto les procuré codornices en gran cantidad, porque yo soy el pan celestial de inmortalidad...»

      Multiplica de la misma  manera en todos nosotros, Salvador, la multitud de tus misericordias, y de la misma manera que con tu sabiduría has saciado a la multitud en el desierto y la has alimentado con tu poder, sácianos a todos de santidad, haciéndonos firmes la fe, Señor. Aliméntanos a todos,  tú que eres Compasivo; danos tu gracia y el perdón de nuestras faltas..., puesto que solo tú eres el Cristo, el único misericordioso, pan celestial de inmortalidad.

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