jueves, 2 de abril de 2020

COMPRENDIENDO LA PALABRA 020420


Ofrezcamos al Señor el testimonio de nuestro amor

Cuando se leía en el evangelio “Estás endemoniado” (Jn 8,52), Gertrudis, conmovida hasta el fondo de sus entrañas por la injuria hecha a su Señor, no podía soportar que el bien-amado de su alma escuchara ultrajes tan inmerecidos. De lo más profundo de su corazón le decía, como compensación, palabras de ternura: (…) “¡Jesús tan amado! ¡Tú, mi suprema y única salvación!” 

Su amado, queriendo en su bondad recompensarla como siempre de manera sobreabundante, le tomó el mentón con su mano bendita y se inclinó hacia ella con ternura. Dejó caer estas palabras en los oídos de su alma, con un murmullo infinitamente suave: “Yo, tu Creador, tu Redentor y amante, te busqué al precio de mi felicidad, a través de las angustias de la muerte”. (…)

Esforcémonos entonces, con todo el ardor de nuestro corazón y nuestra alma, a ofrecer al Señor un testimonio de amor cada vez que escuchamos que se le dirige una injuria. Si no podemos hacerlo con fervor, ofrezcamos al menos la voluntad y anhelo de fervor. Ofrezcamos también el deseo y amor de las criaturas hacia Dios, teniendo confianza en su generosa bondad. Él no despreciará la modesta ofrenda de sus pobres, sino que la aceptará y recompensará más allá de nuestros méritos, según la riqueza de su misericordia y ternura.



Santa Gertrudis de Helfta (1256-1301)
monja benedictina
El Heraldo, Libro IV, (Œuvres spirituelles, Cerf, 1978), trad. sc©evangelizo.org

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