sábado, 17 de marzo de 2012

17 de Marzo - ¡Te quiero ver!


Tercera semana de Cuaresma
Sábado con María


Al cerrar una etapa en la formación de sus discípulos, ¿quién será el modelo? ¿Quién fue el alumno ejemplar que tuvo la mejor nota?
Dónde está el discípulo perfecto?
El Evangelio de San Marcos nos sorprende y nos hace terminar esta semana de Retiro con gran alegría.
Lee con calma el texto del Evangelio:


“Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!». Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten piedad de mí!». Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo». Entonces llamaron al ciego y le dijeron: «¡Ánimo, levántate! Él te llama». Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?». Él le respondió: «Maestro, que yo pueda ver». Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.”
Mc 10, 46-52


La mención honrosa no es para ninguno de los que caminaban con Jesús, es para un mendigo, ciego y morador de Jericó!
Muchas cosas ruines para una sola persona sola!


Bartimeo (él tiene nombre!),
ciego a la vera del camino,
oye hablar de Jesús, comienza su camino de discípulo,
y pide compasión.
La muchedumbre del “dejalo” quiere que él se calle,
pero insiste.
De repente hay alguien que se vuelve portador del llamado del Maestro.
Deja su manto (la vida vieja), se aproxima a Jesús, que le da una atención especial. El Señor acoge el pedido del ciego. Al final, él es pobre, mas sabe que quiere! Jesús atiende y Bartimeo comienza a ver perfectamente, siguiendo a Jesús por el camino.


Bartimeo no percibe, pero los discípulos tampoco veían con claridad el sentido de todo lo que les acontecía. Bartimeo comienza bien, reconociendo a Jesús como Mesías, y pide misericordia. Jesús ve que él no quiere lugares de importancia, como Santiago y Juan, apenas desea ver perfectamente. Al hacer el milagro, Jesús no le pide nada, pero lo envía: “Vé!”. El que era ciego y ahora ve y cree no puede hacer otra cosa que seguir a Jesús por el camino.


Encuentra tu modo de participar de la escena descrita en el Evangelio.
Identifícate con los personajes, cuenta tu historia al Señor, agradece, pide la gracia de ver, de creer y seguir.


Al final reza así:
“Señor, abre mis ojos a las maravillas de Tu Amor.
Soy el ciego a la orilla del camino!
Cúrame, te quiero ver!
Señor, abre mis manos, que se cierran para guardar.
Tiene hambre el pobre ante mi puerta,
¡enséñame a compartir!
Señor, que pueda andar, por más duro que sea el camino.
Quiero seguirte hasta la cruz.
Ven, toma mi mano.
Señor, haz que oiga los gritos de todos mis hermanos.
A su sufrimiento y sus ruegos, que mi corazón se abra.
Señor, guarda mi fe, tantas voces claman Tu muerte.
A la noche ven!
Señor, quédate conmigo!




En la cuaresma Mariana, reza el Rosario por todas las personas que, al igual que María, quieren ser discípulas de Jesús.


En éste sábado las lecturas de las misas de la mañana son:
(puedes usar de nuestro Blog Lectura Orante de la Palabra)  



"Vengan, volvamos al Señor: él nos ha desgarrado, pero nos sanará; ha golpeado, pero vendará nuestras heridas. Después de dos días nos hará revivir, al tercer día nos levantará, y viviremos en su presencia. Esforcémonos por conocer al Señor: su aparición es cierta como la aurora. Vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia de primavera que riega la tierra". ¿Qué haré contigo, Efraím? ¿Qué haré contigo, Judá? Porque el amor de ustedes es como nube matinal, como el rocío que pronto se disipa. Por eso los hice pedazos por medio de los profetas, los hice morir con las palabras de mi boca, y mi juicio surgirá como la luz. Porque yo quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos.”
Os 6,1-6


Salmo 50: ¡Quiero amor y no sacrificios!


“Y refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola: «Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba en voz baja: "Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas". En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!". Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado».
Lc 18,9-14



Fuente: Retiro Popular de Cuaresma
Mons. Alberto Taveira Corrêa
Editora Canção Nova

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