sábado, 24 de marzo de 2012
Gota de Agua
V Domingo de Cuaresma ciclo B
Evangelio según San Juan 12,20-33.
Mochila
¿Cuando viajas qué llevas en tu mochila?
Muchas veces en sus ángulos y bolsillos se esconden tantas cosas innecesarias, se cargan solo inútilmente. Y además, hacen el camino más difícil. Como una regla tengo sólo dos cosas que no pueden faltar. Una botella de agua y el Nuevo Testamento. Son las únicas dos cosas que pueden aplacar la sed del cuerpo y del alma.
En el evangelio de este domingo encontramos dos viajantes. Se trata de unos griegos, extranjeros en la tierra judía. Su camino tiene una meta muy particular y bien precisa: quieren ver a Jesús.
Se acercan a Felipe, uno de los apóstoles. Tal vez porque su nombre sonaba un poco griego y descubría su proveniencia extranjera. Pensando, tal vez, que él podía ser no solo un buen conocedor de Jesús sino también el buen pueblerino que podía ayudarles.
De todas formas, es seguro que esos griegos habían escuchado mucho de Jesús. Y en este punto es importante percibir que a ellos no les bastó escuchar de Jesús, ellos querían verlo. Querían encontrarlo personalmente.
Tal vez en la mochila de los recuerdos de tu vida tienes muchas cosas que crearon tu perfil de Jesús. Pienso en todas estas películas o imágenes que viste de Jesús. Pero, todo esto no basta. Sería bueno sacar de la mochila todo lo que no es necesario y conocer mejor a Jesús a través del texto de la Sagrada Escritura y de la Tradición de la Iglesia. Es decir de sus testigos y discípulos, justamente como los griegos del evangelio.
La fe en Jesús no se manifiesta en la capacidad de imaginar su rostro, el color de los ojos o cabellos, el sonido de su voz. Ni tampoco en la pura convicción de que el exista, que Él es Dios-hombre y que Él hace cosas grandes. La fe va más allá y se manifiesta en deseo de encontrarlo. De estar con él. De vivir con él. De compartir con él.
Los discípulos de Jesús de hoy continúan invitándonos a conocer y encontrar a Jesús. El está vivo y presente y por eso tu encuentro con Jesús es posible también hoy.
Un paso más
Estamos en el camino. Cada camino está hecho de muchos pasos. Ya nos quedaron pocos días del pasaje a través del desierto cuaresmal.
¿Te acuerdas que desde su inicio hemos intentado decidir qué tipo de hombre ser para vivir como buenos discípulos del Maestro de Nazaret, intentamos limpiar nuestro corazón de los malos sentimientos y deseos para poder ver y reconocer en el amor crucificado el fármaco del veneno contra el pecado?
Hoy, Jesús nos propone un paso más.
Tan radical que altera toda lógica humana.
Para vivir se debe morir.
En la muerte nace la vida.
Es una lección difícil. No comprendemos fácilmente que significa esto. Sobre todo porque el mundo ama a los vencedores y desprecia a los perdedores. Se celebran a los que son los primeros, que dirigen y que dominan. Se reconocen estos que tienen cuentas en los bancos, suceso en los negocios, influencia en la sociedad. En muchos que tienen y que no tienen, igualmente, están escondidos los deseos que siguen la lógica de ganar.
Además, a nosotros mismos nos parece que la mejor carretera y la más linda seria la que no tiene problemas, sin renuncias, sin sufrimiento, sin turbaciones. En estas oscuridades de la vida somos tentados de pensar que Dios juzga o está ausente. Confesamos que a veces es tan difícil pensar que Dios permite las cosas malas para nuestro bien.
Pero, eso es el paso de la fe al cual nos invita hoy Jesús: “Sabemos, además, que Dios dispone, todas las cosas para el bien de los que lo aman” (Rom 8,28). Léelo bien, por favor, dice "todas las cosas". No solo buenas, sino también aquellas que parecen malas por ser dolorosas y fatigosas.
El parto de la vida
El Señor nos indica el camino paradójico contenido en la lógica del donar y del perder la vida.
Como Él hará en dos semanas. Y como hace un sencillo grano trigo de que solo muriendo lleva los frutos abundantes. Si queremos renacer a algo nuevo y mejor debemos prepararnos para morir a algo. Los esfuerzos son necesarios para poder dar a la luz. Así mismo, una pareja renuncia y muere a su comodidad, tal vez a su nuevo coche, a su programa preferido televisivo, a sus vacaciones en las tierras exóticas… para nacer, educar y preparar sus hijos para la vida.
Hablando de morir, no se trata sólo del último suspiro de nuestra vida en la tierra, del momento que nos llevará a pasar al umbral de la puerta de la vida eterna.
Si, sabemos que ese paso nos espera a todos.
Pero acá se trata de muchos pequeños pasos antes.
Se trata de la muerte cotidiana del egoísmo que nos abre a la vida llena de bendición para nosotros mismos y para los otros.
Morir al juicio de mi prójimo hace nacer el amor que perdona, justifica y acepta.
Morir a los malos comentarios hace que la boca sea capaz de difundir la Buena Nueva.
Morir a la pereza libera la voluntad para disfrutar de los dones y del tiempo para las buenas obras y oraciones intensas. Morir a la soberbia abre los propios ojos para poder reconocer las cualidades y valores de los otros…
En fin, morir a los deseos pecaminosos y esclavizantes libera para desear ver a Jesús. Y lo veremos.
En el deseo “queremos ver a Jesús” está incluido lo más profundo e íntimo deseo humano de conocer el amor, obtener el perdón, empezar de nuevo sin miedo, retomar el camino que lleva a la Vida.Para que no vivamos más para nosotros mismos, sino para aquel que murió y resucitó por nosotros (cfr. 2 Cor 5,15).
Me despido deseando que no te olvides de donde viene el agua, que es la única que verdaderamente ayuda en el calor del desierto. Y una sola gota del agua viva que fluye a través de la Palabra de Dios puede aplacar la sed de tu alma.
Tenla siempre presente en tu mochila de la vida.
¡Bendiciones!
Pbro. Mislav Hodzic
fuente: Canción Nueva. Portal en español
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