Cuando miré mi cabeza y percibí el blanco de mis cabellos, agradecí mucho a Dios.
Estoy inmensamente feliz de ver todos mis cabellos emblanquecidos por el paso de los años.
En un mundo donde la vida humana vale tan poco, cada día, cada año vivido es una gracia divina.
Yo solo quería que los años que pasen por mi vida estuviesen acompañados con la madurez de los afectos y de mi propia humanidad. A medida que los años avanzan que no me quede amargado, pesimista, sin foco en la vida. Yo quiero ir dejando atrás las peleas y las decepciones. Deseo reparar los males y los engaños que cometí a lo largo del caminar. Quiero vivir la vida con la intensidad de la belleza que vislumbro en cada horizonte que despunta en mi frente. Deseo mirar la vida con aquella inmensa simplicidad de mis pasos de niño que soñaba apenas con estudiar y en ser alguien en la vida. Y con todo lo que estudie descubrí que ser alguien en la vida consiste en ser uno mismo con autenticidad, simplicidad, honestidad y firmeza de carácter.
Que lleguen los cabellos blancos.
Que la vida siga su ruta y que yo no pierda la dirección del horizonte que apunta para el infinito y para lo eterno.
Lo importante es caminar sin perder la dirección.
Aunque sean necesarias paradas para abastecer, hacer manutención, calibrar las fuerzas.
Descubrí que cuanto más simple sea, más sabrosa la vida será.
Entonces, no quiero muchas cosas, no, apenas lo suficiente para vivir con dignidad y no volverme pesado para nadie.
Esto no significa que no precise o que no voy a precisar de nadie.
Esto no significa que no precise o que no voy a precisar de nadie.
Es que ya conocí tanta gente generosa en esta vida y que volvió mi vida mejor. Me gustaría decir a la vida que el rostro más bello de ella se llama Bondad... Como recogí mucha bondad a lo largo del camino me gustaría morir sembrando lo que mas recogí.
p. Roger Araujo
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