Tenemos el vicio de quedarnos recordando lo que nos causó dolor. Sólo basta que alguien diga algo que nos ofende para quedarnos rumiando, y aquello crece, se agiganta dentro de nosotros.
Es como las claras a nieve: de tanto batir, recordando, recordando… el sentimiento “crea volumen” dentro de nosotros. De repente, aquello nos invade totalmente sin siquiera conseguir respirar.
Necesitamos estar firmes. No podemos acumular sentimientos malos en nuestro interior.
Todas las situaciones dolorosas que vivimos ya son más que suficientes. Entonces, ¿para qué guardar y rumiar acontecimientos que nos hacen sufrir?
Monseñor Jonás Abib
Fundador Comunidad Canción Nueva.
Adaptación y traducción del original en portugués.
Fuente: Mensaje del día www.cancaonova.com
Foto: Flickr Canção Nova
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