domingo, 8 de septiembre de 2013

La Paz les doy... Lectio Divina

Lectio Divina – VIERNES DE ADORACIÓN
El Espíritu Santo nos ayudará  a comprender las palabras de Jesús
Juan 14, 23-29
Oración inicial
Shadai, Dios de la montaña, que haces de nuestra frágil vida la roca de tu morada, conduce nuestra mente a golpear la roca del desierto, para que brote el agua para nuestra sed. La pobreza de nuestro sentir nos cubra como un manto en la obscuridad de la noche y abra el corazón, para acoger el eco del Silencio y así el alba, envolviéndonos en la nueva luz matutina, nos lleve con las cenizas consumadas por el fuego de los pastores del Absoluto, que han vigilado por nosotros junto al Divino Maestro, al sabor de la santa memoria. 

2. LECTIO 
23 Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. 24 El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra no es mía, sino del Padre que me ha enviado.25 Les he dicho estas cosas estando entre ustedes. 26 Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho. 27Les dejo la paz, mi paz les doy; no la doy como la da el mundo. No se turben sus corazones ni se acobarden. 28 Han oído que se ha dicho: Me voy y volveré a ustedes. Si me aman, se alegraran de que vaya al Padre, porque el Padre es más grande que yo. 29 Y se lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda crean. 

Dejamos que la voz del Verbo resuene en nosotros. 
El cielo no tiene lugar mejor que un corazón humano enamorado. Porque en un corazón dilatado los confines se amplían y toda barrera de espacio y tiempo se anulan. Vivir en el amor equivale a vivir en el cielo, a vivir en Aquel que es el amor, y amor eterno. 

Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él”. En los orígenes de toda experiencia espiritual hay siempre un movimiento hacia delante. Partiendo de un pequeño paso, todo se mueve después con armonía. Y el paso a realizar es solamente uno: Si uno ama. Pero amar a Jesús significa hacer como ha hecho Él, no retraerse frente al dolor, a la muerte; amar como Él significa ponerse a los pies de los hermanos, para responder a sus necesidades vitales; amar como Él nos puede llevar lejos...es así como la palabra se convierte en pan cotidiano del cual alimentarse y la vida se convierte en cielo por la presencia del Padre. 

El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra no es mía, sino del Padre que me ha enviado... Si no hay amor, las consecuencias son desastrosas. Las palabras de Jesús se pueden observar, si solamente hay amor en el corazón, de otro modo parecen propuestas absurdas. Aquellas palabras no son de un hombre, nacen del corazón del Padre que propone a todos ser como Él. No se trata de hacer cosas en la vida, por buenas que sean. Es necesario ser hombres, ser imágen semejantes a Quien no cesa jamás de donarse a Sí mismo.

Les he dicho estas cosas estando entre ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho. Recordar es obra del Espíritu Santo: cuando durante nuestras jornadas el pasado se desliza como algo irremediablemente perdido y el futuro se presenta amenazador para quitarnos la alegría de hoy, solamente el soplo divino puede hacernos recordar. Hacer memoria de lo que se dijo, de cada palabra salida de la boca de Dios para ti, y olvidada por el hecho de que ha pasado el tiempo.

Les dejo la paz, mi paz les doy; no se la doy como la da el mundo. No se turben sus corazones ni se acobarden. La paz de Cristo para nosotros no es ausencia de problemas, serenidad en la vida, salud...sino plenitud de todo bien, ausencia de temor frente a lo que puede venir. El Señor no nos asegura el bienestar, sino la plenitud de la filiación en una adhesión amorosa a sus proyectos de bien por nosotros. La paz la poseeremos cuando hayamos aprendido a fiarnos de lo que el Padre elige para nosotros.

Reflexión:
Amor. Palabra mágica y antigua como el mundo, palabra familiar que nace en el horizonte de cada hombre en el momento en el que es llamado a la existencia. Palabra escrita en las fibras humanas como origen y como fin, como instrumento y paz, como pan y don, como uno mismo, como los otros, como Dios. Palabra confiada a la historia a través de nuestra historia diaria. Amor, un pacto que siempre tiene una sola denominación: hombre. Sí, porque el amor coincide con el hombre: amor es el aire que se respira, amor es el alimento que se nos da, el descanso de quien confía, amor es el vínculo que hace que la tierra sea un lugar de encuentro. El amor con el cual Dios contempló la creación y dijo: “Es una cosa muy buena”. Y no se ha vuelto atrás del compromiso, cuando el hombre hizo de sí mismo un rechazo, más que un don, un desprecio, más que una caricia, una piedra lanzada, más que una lagrima enjugada. Amó más con los ojos y el corazón del Hijo, hasta el final. Este hombre que se hizo llama ardiente del pecado, el Padre lo redimió, única y exclusivamente por amor, en el fuego del Espíritu. 

5. CONTEMPLATIO 

Te veo, Señor, estar presente en medio de mis días a través de tu palabra que acompaña mis momentos más fuertes, cuando mi amor por ti se hace audaz y no me echo atrás frente a lo que siento que no me pertenece. Este Espíritu que es como el viento: sopla donde quiere y se oye su voz, el Espíritu que se ha hecho un espacio en mí, y ahora puedo decirte que es como un amigo querido con el cual poder hacer memoria. Ir hacia las palabras dichas, a los acontecimientos vividos, a la presencia percibida, recorriendo el camino, hace mucho bien al corazón. Me siento habitado más profundamente cada vez que en el silencio viene a la mente una frase tuya, una invitación tuya, una palabra de compasión, un silencio tuyo. Las noches de tu oración me permiten orar al Padre y encontrar paz. Señor, ternura celada en los repliegues de mis gestos, concédeme hacer acopio de todo lo que eres: un rollo desplegado en el cual se puede entender el sentido de mi vida. Que mis palabras sean morada de tus palabras, que mi hambre sea morada de ti, pan de vida, que mi dolor sea una tumba vacía y un sudario doblado, para que todo lo que quieras se cumpla, hasta mi último suspiro. Te amo, Señor, mi roca.

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