miércoles, 6 de enero de 2016

El secreto de la alegría

La alegría puede ser encontrada de diversas formas

La alegría es algo esencial en la vida humana. Consciente o no, lo que más buscamos en nuestros días, desde la salida del sol, es la alegría de vivir. Pero, de forma especial, en la vida cristiana la alegría es fundamental, porque sea lo que sea que digamos sobre Dios, si no estamos alegres, nuestros pensamientos y palabras no pueden producir los frutos que deseamos. Por lo tanto surge, la pregunta: ¿pero como encontrar la alegría en medio a tantos desencuentros en este mundo? Jesús vino a revelarnos el amor de Dios para que nuestra alegría sea de Él y, así, sea completa. Y la mayor alegría es saber que somos amados incondicionalmente y que nada en este mundo, ni siquiera la enfermedad, el fracaso, el termino de una relación o incluso la muerte, pueden privarnos de este amor, por lo tanto, de esta alegría.
Amistad

Foto: Todor Tsvetkov, 78023165, iStock by getty images

Naturalmente, somos llevados a pensar que, cuando estamos abatidos, no podemos vivir la alegría; pero en una persona que tiene la vida centrada en Dios, al tristeza, el dolor y la alegría parecen hacer parte del mismo acontecimiento. El desafió es identificar la alegría y saber optar por ella en medio, muchas veces, de las lagrimas.

Alegría y satisfacción (contentamiento)

El escritor Henri J. M. Nouwen, en tu libro “Mosaicos del regalo”, hace una definición interesante entre la alegría y el contentamiento (satisfacción). Según él, podemos sentirnos poco alegres en relación a muchas cosas, pero, aún así, la alegría allí esta, porque proviene de esta certeza del amor de Dios por nosotros. Para el autor, acoger esta verdad y darle espacio en nuestros días es una elección diaria. Una elección basada en la experiencia del amor apasionado de Dios por nosotros, en cual encontramos refugio y seguridad y del cual nada nos puede separar.
Ya esta más que probado que dinero y éxito no hacen a las personas alegres. Seguramente, conocemos muchas personas ricas, con suceso en sus negocios, pero viven también con ansiedad, miedo y bastante melancolía. Por el contraste, conocemos muchos otros que son muy pobres materialmente, pero ríen con mucha facilidad y con frecuencia transmiten alegría donde quiera que estén. Me acuerdo de una pareja, parientes, que son así.

La alegría en cosas sencillas

Materialmente hablando, son muy pobres, pero todos nosotros de la familia hacemos lo imposible por ir, muchas veces, a casa de ellos, aún enfrentando obstáculos de la carretera y en los transportes que nos llevan hasta allá. Viven en una casa sencilla, al pie de la sierra bien lejos de la ciudad; tienen 3 hijos, algunos animales y un pedazo de tierra de donde proviene, por la fuerza del trabajo y de las bendiciones de Dios, el sustento de la familia. Cuando llegamos a la casa, casi siempre pasamos directo a la cocina y allí comienzan nuestras fiestas más animadas.
En una mesa larga, rodeada de bancos pesados de madera cruda nos ofrecen lo que tienen de mejor en la casa. El sabor genuino de los productos de la tierra se mezcla con las señales de delicadeza y cuidado de aquella gente sencilla que parece no tener conocimiento de la maldad. Mientras comemos en familia, entre una prosa y otra surgen rápidamente las primeras sonrisas que son siempre seguidas de otras; en poco tiempo, aún estando lejos, se puede escuchar grandes carcajadas.
Mis parientes tienen el don de la alegría y nos contagian. Con sus sencillas historias e interpretaciones de los hechos, arrancan incluso de las caras más “serias” la sonrisa que estaba escondida por las preocupaciones de la gran ciudad. Sin darnos cuenta, el tiempo pasa y el día termina. Regresamos para casa más livianos, más felices sin preguntarnos porque; sin embargo, ya con la promesa de regresar para una nueva visita tan pronto, cuando sea posible. Eso sucede desde hace treinta años.
No tengo duda de que Dios esta allí, en aquella casa, entre las risas y carcajadas. La alegría y la risa son dones que fluyen del hecho de confiar en Dios; así sabemos que no vale la pena preocuparse tanto por el día de mañana, ya que él pertenece al Creador. No hay razón para idealizar la pobreza y esta no es mi intensión; además, conozco de cerca y sé lo penosa que ella es, pero cuando veo el miedo y la ansiedad de los que tienen muchos bienes, consigo comprender mucho más las palabras de Jesús cuando habló: “Felices los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de Dios”. Es cierto, sin embargo, que el problema mayor no es tener éxito y dinero, pero sí no tener tiempo disponible para el encuentro con Dios y Su amor que se manifiesta en la sencillez de los hechos en los tiempos presentes.
Cuando creemos, verdaderamente, que el hoy pertenece al Señor y que el día de mañana esta cuidadosamente guardado en Su corazón, podemos descubrir el secreto de la alegría, reencontrar la calma y sonreír de nuevo a aquel que nos sonríe también a nosotros. Podemos extender nuestra mano y ayudar mucho a reencontrar el verdadero sentido de la vida. Podemos, aún en medio de las luchas diarias, exclamar con voz fuerte y con convicción:
“¡Señor, Tu eres mi esperanza, Tu eres la fuente de mi alegría!”

Dijanira Silva
Misionera de la Comunidad Canción Nueva
fuente Portal Canción Nueva

No hay comentarios:

Publicar un comentario