Parte XXXI
Dios
amado, que has realizado grandes milagros y con bondad has curado extraordinariamente
tantas personas dolientes, mira con amor a éste nuestro hermano que necesita
urgentemente de tu auxilio.
Permite,
Señor, presentarte a este tu hijo, como en el pasado eran presentados aquellos
que, llenos de sufrimientos y necesidades, recurrían a Tï en búsqueda de
socorro. Toca, Señor, a este hijo que hace tanto tiempo viene siendo probado
por la enfermedad, por las dudas, por los desentendimientos familiares, por las
persecuciones y no aguanta más el cansancio y el disgusto. Coloca tu mano,
Señor nuestro Dios, sobre este hombre a quien tanto amas y que hoy se encuentra
impotente, sin condiciones de proseguir con su vida normal, por causa de las
tribulaciones que lo tocan. Con Tu Espíritu Santo toca, Señor, esta persona que
fue obligada a soltar sus manos de las responsabilidades familiares y
profesionales por causa de su estado de salud y de los problemas que se
acumularon.
Señor,
pon tu mano sobre aquellos que sufren en el cuerpo o en la mente con una
preocupación, problema o dolencia que le entristecen. Levanta este tu siervo de
toda depresión, restáuralo en su salud desgastada y reanima su ánimo abatido. Te
pedimos, Señor, concede un milagro a éste tu hijo sin esperanza de sanación, a
éste hombre que no encuentra más la salida del laberinto en que su vida de
volvió. Socórrelo, pues él se siente vacío de fuerzas. Mira a éste hijo que
tanto amas y que suplica tu socorro. Concédele un milagro que transforme el
estado en que se encuentra.
Reza
al Padre en nombre de Jesús:
“Señor
mi padre, estoy agradecido porque mis problemas y aflicciones nunca son mayores
que tu amparo. Gracias porque mis pecados y fragilidades no pueden superar Tu
misericordia y poder, mi Salvador.
No
voy a desanimarme. No voy a perder la fe.
No
hay por qué desistir cuando tengo un Dios que me auxilia y me salva. Te
agradezco mi Dios, porque en medio de mis luchas, jamás me olvidas. Con ojos de
padre me acompañas. Tú, Señor, conoces todas las lágrimas que derramé, conoces
todos mis gemidos y en tu corazón lleno de amor has planeado como me vas a
liberar y conceder este milagro. Gracias, mi Dios, pues si existe una cosa que no
puedes hacer es dejar de amarme. Tú, Señor, jamás dejarás de cumplir las
promesas que haces en Tu Palabra. Tú, Señor, me harás surgir. Sé que estoy en
tus manos y Tu brazo fuerte me levantará de las profundidades, porque Tú,
Señor, quieres mi bien, me amas y no me abandonarás. Mi Dios, te pertenezco,
ahora y para siempre. Amén.
Del
libro: “Dons de Fé e Milagres”
Márcio Mendes
Editorial Cançao Nova
Adaptación Del original em
português.
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