La vida actual se distingue por el aislamiento de las personas. Hemos pasado a ser una sociedad individualista, que se absorbe en sus aparatos electrónicos, ignora la necesidad de las relaciones interpersonales y todo lo quiere en forma instantánea. Hemos perdido el contacto con el universo. Pero si prescindimos del resto de la creación, ¿cómo vamos a relacionarnos con Dios, el Creador? El Salmo 19 nos recuerda que el universo está constantemente hablándonos de Dios y que el Señor anhela tener comunión con sus hijos.
El que es devoto escucha la llamada del Espíritu Santo a construir la Iglesia y responde afirmativamente; tal persona, sensible a Dios y a las necesidades de los demás, está en contacto con la criatura, la creación y el Creador.
Los santos nos hacen recordar el significado de la verdadera integración de la espiritualidad en la vida diaria. Los apóstoles Felipe y Santiago, a quienes honramos hoy, reflejan este contacto con Dios y el prójimo. Felipe fue uno de los doce discípulos de Jesús. Cuando Cristo lo invitó a seguirlo, él aceptó y además trajo consigo a Natanael (Juan 1, 45-46). Felipe buscaba sinceramente a Dios, y quería saber a ciencia cierta si Jesús era realmente el Mesías que el pueblo judío venía esperando desde hacía siglos. Viendo esta buena disposición, el Señor decidió afirmar claramente que él era uno con el Padre. Felipe es, pues, para nosotros, un modelo de todo el que escucha la llamada de Dios, responde y continúa creciendo espiritualmente dedicándose a Dios con todo su ser.
La Escritura dice que Santiago era “hermano” de Jesús (la palabra aramea traducida como “hermano”, en este contexto, también significaba primo o pariente cercano) y que llegó a ser el pastor u obispo de la Iglesia en Jerusalén (Gálatas 2, 9). San Pablo buscó la aprobación de Santiago y de las otras autoridades de la Iglesia para la misión que él y Bernabé cumplían entre los gentiles, mientras los otros evangelizaban a los judíos. Aprendamos, pues, a ser agradecidos con Dios por la generosidad que tuvo al crearnos a nosotros y al mundo entero, y por tener un plan para reunir a toda la humanidad bajo la protección de su amor y su misericordia.
“Señor, ayúdame a estar atento a tu voluntad y actuar como discípulo tuyo en este mundo en cualquier función o lugar que tengas para mí.”
1 Corintios 15, 1-8
Salmo 19(18), 2-5
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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