Hoy recordamos las apariciones de la Santísima Virgen María en Fátima, Portugal. La Virgen María, vestida del sol, se aparece a tres pastorcitos en seis oportunidades y más tarde a multitudes crecientes de testigos, y comunica revelaciones sobre castigos divinos sobre la humanidad si ésta no se arrepiente y se convierte.
El 13 de mayo de 1917, mientras los niños iban a apacentar su rebaño, vieron de repente un relámpago a plena luz del día. Mientras llevaban a sus ovejas a un lugar protegido, observaron a muy corta distancia, sobre una encina, como de un metro de altura, una nube sobre la que estaba de pie una hermosa Mujer, con un vestido de luz y un resplandor que parecía provenir del mismo sol.
Tenía las manos en posición de oración; llevaba un rosario de cuentas brillantes como perlas y una pequeña cruz plateada. Lucía y Jacinta podían verla y oírle, pero Francisco solo podía verla. De pronto, la Virgen abrió las manos y de ellas emanó una luz más fuerte que la del sol y los niños entendieron que era la luz del mismo Dios.
Terminada la aparición, los niños vieron que la Virgen se elevaba al cielo, para luego retornar todo a la normalidad. ¿Cuál fue el mensaje de María? A lo largo de las seis apariciones, nuestra Madre celestial fue dando una serie de mensajes que cambian el curso de nuestro entendimiento sobre el mundo en que vivimos. Ante todo hubo varias advertencias a la creciente aceptación del pecado y la negación de Dios en el mundo moderno.
María advierte sobre la necesidad de orar el Santo Rosario, pedir perdón por los pecados del mundo y orar por la paz. Nuestra Madre anunció el fin de la Primera Guerra Mundial, pero advirtió que el mundo, en caso de no convertirse, enfrentaría una guerra peor, que resultó ser la Segunda Guerra Mundial.
No obstante, como las circunstancias del mundo no han cambiado radicalmente y el pecado, la maldad y la violencia siguen ganando terreno en la sociedad actual, se hace hoy más urgente aún orar por la conversión de los pecadores a fin de reducir o evitar las guerras y el terrorismo. Acatemos esta llamada urgente que nos hace nuestra Madre.
“Padre eterno, te ofrezco el Cuerpo, el Alma, la Sangre y la Divinidad de tu amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, en reparación por todos los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los que te ofende el mundo.”
Hechos 25, 13-21
Salmo 103(102), 1-2. 11-12. 19-20
Salmo 103(102), 1-2. 11-12. 19-20
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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