Homilía atribuida a San Macario de Egipto (¿-390), monje
Homilía nº 16, 3ª colección
“¡Cuánto más vuestro Padre celestial os dará el Espíritu Santo!”
Para obtener el pan para el cuerpo, el mendigo no experimenta ninguna dificultad para llamar a puerta y pedir; si no lo recibe, entra más adentro y sin enfado por el pan, pide vestidos o sandalias para aliviar su cuerpo. Mientras no recibe algo, no se va, aunque se le eche. Nosotros, que buscamos el pan celeste y verdadero para fortalecer nuestra alma, que deseamos revestir los hábitos celestiales de luz y aspiramos a calzar las sandalias inmateriales del Espíritu para consuelo del alma inmortal, cuánto más debemos, incansable y resolutamente, con fe y amor, siempre pacientes, llamar a la puerta espiritual de Dios y pedir, con una constancia perfecta, ser dignos de la vida eterna.
Es así que el Señor “propuso una parábola para explicar cómo tenían que orar siempre sin desanimarse” (Lc 18,1) y después añadió estas palabras: “Cuanto más vuestro Padre celestial hará justicia a los que le piden día y noche” (v. 6). Y además, refiriéndose al amigo: “Si no es por ser amigo que se lo da, se levantará a causa de su insistencia y le dará todo lo que tenga necesidad”. Y añade entonces: “Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá. Porque el que pide recibe, el que busca encuentra, y al que llama se le abre”. Y prosigue: “Si vosotros que sois malos sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre celestial os dará el Espíritu Santo a los que se lo piden!” Es por esto que el Señor nos exhorta a pedir siempre, incansablemente y con tenacidad, a buscar y llamar continuamente: porque él ha prometido dar a los que piden, buscan y llaman, no a los que no piden nunca. Él quiere darnos la vida eterna siendo orado, suplicado, amado.
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