lunes, 3 de octubre de 2016

Meditación: Lucas 10, 25-37


¿Y quién es mi prójimo? (Lucas 10, 29)

¿Qué era lo que pretendía el escriba? ¿Excusarse de sus responsabilidades? Pero en lugar de contestar directamente, el Señor pronunció la parábola del buen samaritano, y terminó preguntando cuál de los personajes había sido el prójimo del viajero asaltado. ¿Qué quería decir Jesús?

En cierto modo, estaba diciendo “no te preocupes de quién es tu prójimo; decide más bien ser tú el prójimo de quienes encuentres por el camino. Si cambias tu perspectiva de este modo, terminarás amando a tu prójimo como a ti mismo.”

Un buen modo de poner esta parábola en práctica es el siguiente. Anda hoy a un lugar público donde puedas observar a la gente que va y viene, por ejemplo, un parque, una esquina de la ciudad o un restaurante del vecindario; también se puede hacer cuando uno va a Misa o cuando conversa con los compañeros de trabajo. Cada vez que una persona pase cerca de ti, piensa “este es mi prójimo.”

Aquel pobre sin hogar que pide limosna en la calle, es tu prójimo; la señora empresaria que hace negocios a través de su teléfono celular y que lleva un traje de mil dólares, ella es tu prójimo. Los muchachos que pasan velozmente a tu lado en patinetas tratando de espantar el aburrimiento, ellos también son tus prójimos. Entonces ¡bendícelos a todos!

De esta manera lograrás comprender más claramente lo que el Señor le decía al escriba: Tu prójimo es cualquier persona que necesite conocer y experimentar el amor y la misericordia de Dios ahora mismo, y esto incluye más o menos a todos los demás.

También puedes descubrir ciertas interrogantes que surgen en tu interior: “¿Será que ese hombre habrá experimentado el amor de Dios alguna vez?” “¿A qué se deberá esa gran sonrisa?” “¿Qué cargas tan pesadas llevará ella?”

Estas preguntas son señales de que Dios está abriendo tus ojos para que veas a estas personas no sólo como tus prójimos, sino como hermanos y hermanas que Dios te ha dado para que los trates con bondad, los bendigas y los respetes y, si es necesario, les ayudes.
“Jesús, abre mis ojos para ver a todos mis prójimos hoy y tener la compasión necesaria para dar la mano a los necesitados de tu amor y tu misericordia. Enséñame, Señor, a desviarme del camino para hacer el bien y ser más como tú.”
Gálatas 1, 6-12
Salmo 111(110), 1-2. 7-10

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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